El sudor le empapaba densamente la frente cuando, sobresaltada, se despertó de una pesadilla. Aliviada contempló por su alrededor que no había indicios de peligro. Se encontraba en su habitación y todo estaba tal y como lo había dejado. Contempló con más detenimiento, par ver si se equivocaba pero no. En el tablón de corcho seguían las mismas fotos con su novio Adrián y sus amigas Verónica, Amy y Natalie. Eran las mejores. Con ellas siempre podía hablar de las relaciones con sus respectivas parejas. En realidad no sabían hablar de otra cosa, pero, ¿Para qué quería más? Aquello a la muchacha le encantaba.
Miró el reloj. Eran ya casi las seis y media de la mañana. El despertador todavía no había sonado pero se levantó porque no podía dormirse. Mientras desayunaba intentó recordar aquel sueño oscuro, pero fue incapaz. Tenía la sensación de que algo nefasto sucedería aquel día, entonces, inquieta, se apresuró hasta la parada del bus para ir al instituto. No había nadie. El ligero viento de aquella mañana de noviembre le acariciaba la cara, pero lo sentía más bien como un azote. Era extraño que a las siete y diez no hubiera nadie esperando el bus y comenzó a preocuparse. Miraba el reloj cada segundo que pasaba, y se fijó que el aire era más aterido que de costumbre, tanto, que comenzó a tiritar. Aquello no era normal. De repente un auto negro paró en frente suya, pero no le dio importancia. Cuando un hombre alto y delgado comenzó a bajar de él con gabardina negra y sombrero de copa comenzó a asustarse algo más. Apenas dejaba mostrar su rostro, y la poca luminosidad de la mañana impedía que se viera bien. La joven chica no sabía qué hacer. Decidió por un instante salir corriendo del lugar, pero parecía que algo la sujetaba fuertemente de los pies y le impedía escapar. El hombre misterioso se acercaba a ella.
-¿Andrea?- preguntó con voz ronca y quebrada, casi como un susurro y mirando de un lado a otro.
Ella quedó anonadada, pero sin contestar.
-Andrea. Sé que eres tú. No te hagas la tonta- seguía diciendo.- Y sobretodo no debes temerme.
De hecho lo hacía. ¿Dónde estaba la gente? ¿Y el autobús? ¿A qué diablos había venido aquel hombre a hablarle? Y antes de que pudiera siquiera preguntar algo, del coche bajó otra persona. Esta vez una mujer. Era de estatura baja y vestía como si fuera una ejecutiva: llevaba una falda de tubo negra y una blusa blanca a rayas azules con unos tacones de aguja.
-Déjalo- dijo la voz de la mujer dirigiéndose al hombre- Ya me encargo yo (...)
Laura Martínez. Ilustración: Andrea Sánchez
10 comentarios:
A ver cómo sigue.
Un saludo
Eres única acojonandome, querida...
Seguimos pegados al monitor :)
Besicos
Interesante relato de rasgos nihilistas y con un deselance imprevisto. Continuará?
Saludos...
Yo empecé hace un tres años una historia que consistía en los pensamientos de una chica encerrada en una habitación sin luz y en sus diálogos con el captor. No escribí más de tres folios, pero me dio mucho que pensar, y ahora que la he recordado quizá la retome.
Y te lo he dicho alguna vez, me ha dado pereza empezar por lo largo, pero luego no quería que acabase, así que la próxima vez no me lo pensaré nada :)
Andrea, la historia que creé para tu cumpleaños está creando expectativas.. vberás cuando descubran que la trama no tiene coherencia y el final es nefasto jajajaja...
(Simplemente por que no la vana a entender xD, tenfrían que salir con nosotros)
Buen relato (:
A esperar las siguientes partes del escrito...
Paseaba por aquí para ver como seguías, y al parecer igual que siempre, escribiendo muy bien.
Ahora yo, tratando de regresar...
Saludos y Abrazos!
Qué intriga!!! Continuará, verdad?
Besos!!
Acabo de leer tu comentario... Venga, vamos a salir todos con la loca esta :P, jajaja. Voy a seguiré leyendo. Esto promete...
Besos.
P.D.: No te habrás enfadado por lo de loca, ¿no? Si estamos todos igual...
jajajaja para nada :-)AdR
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