lunes, 30 de junio de 2008

Si A---> B

-¿Si A, entonces B?- dije asustada.
-Que sí… ¿No me crees? C dedujo que B.
-No me lo creo…
-Pues deberías, tengo pruebas.
-Demuéstralas.
-Mira: -sacó fotos.- Ahí está X, haciendo M .
-Esas fotos son falsas, ¡C miente!- yo estaba casi histérica
-Que no… estas no son de C son mías.
-Entonces ¿Crees que… E?- pregunté casi susurrando para que nadie nos oyese.
-Bueno… si X al cuadrado fueron a la estación, posiblemente pasaría, pero creo que sólo fue X, así que lo dudo…
-¡¿X al cuadrado?! Serán capullos…. Pensaba que no sabían nada del asunto.
-Y no lo saben…
- Pero… no entiendo nada.
- Pues ya sabes cómo me he sentido yo toda la vida.- me confesó resignado.
Y en aquel momento, supe que tirarlo y estamparlo contra el suelo sería lo mejor. Me estaría haciendo un favor a mí misma y otro al pobre temario de filosofía: métodos científicos.
Laura Martínez.

miércoles, 25 de junio de 2008

Una noche de San Juan

-¡Gilipollas, vas a quemar la arena!- gritó el borracho que había en la playa, mientras intentaba andar sobre ella sin desplomarse al suelo y creyendo que nuestra hoguera sería la razón de un enorme incendio playero.
Fresca, ebria y algo desenfrenada, así se contemplaba la noche de San Juan en su plena esencia.
Dicen que en esta noche puede ocurrir lo nunca imaginado.
-¿Ves? Esta noche es estupenda,- decía uno de los acompañantes- Mirar el cielo.
-Pero si no hay estrellas…
-Y eso es lo mejor.- contestó- Detrás de ese manto grisáceo hay un sinfín de cosas que jamás nos podríamos imaginar, mucho más bellas que las simples estrellas.

Sí, ocurren cosas imposibles, como que aquellos que no creen en la magia del fuego, se vuelven de repente unos adeptos a las supersticiones y arrojan sus deseos más ocultos escritos en un cacho de papel al ardor de la noche. También aquellas que creen más en el método de la ciencia para concebir un hijo, prefieren esa noche bañarse de blanco, arrojar unas cuantas flores y saltar las nueve olas que harán que se queden embarazadas.
Incluso algunos dicen que a las doce se abren puertas hacia otros mundos, y que sólo lo bueno vacila para pasar.
Una noche, a pesar de su espesor negro, blanca.

-¿Qué haces escribiendo Laura?- me preguntaba mamá.
- Pues ya que esta noche es tan mágica como dicen, poner a prueba mis deseos, los voy a arrojar ahora mismo al fuego, a ver si se cumplen.

Mientras mamá se alejaba, yo seguía escribiendo en este papel, y ahora era el turno de las peticiones a San Juan, que no eran precisamente para mí:

1. Olvidar
2. Perdonar
3. Descubrir


Pronto después todo esto escrito se quemaría entre las llamas del fuego, y lo intentaría escribir de nuevo en casa, aunque ya no tendría la misma esencia.
Laura Martínez.

lunes, 23 de junio de 2008

¡QUE ASCO ME DAS!


Clara, firme, fuerte. Así suena tu voz, como si ni siquiera te inmutases ante la desgracia que se avecina después de la decisión que has tomado. Pero tu respuesta sigue siendo que tus razones son irrefutables y vuelves a decir que quien quiera ponerte a prueba que se prepare.
Bien, razones irrefutables tendrás… pero no dejas de ser un tremendo arrogante prepotente que se cree que todo lo sabe, así como que los demás somos todos un clan de tontos que tenemos que adorar tu aura. Pues bien, tu aura me es indiferente, es más, le tengo manía; por mi como si se va a tomar viento por San Francisco. Fíjate allí seguramente encontrarás algún inmundo
como tú.
Oye! se me acaba de ocurrir una metáfora para ti: excremento defecado por el Dios de la inmundicia …
Eres un ser patético, ni siquiera creo que seas digno de llamarte ser. Lo único que eres tú es un codiciado hedónico, un obseso sexual y un asqueroso adicto a lamer mejillones. ¡Por las rocas tienes muchas! ¿Por qué no te pierdes por el mar un rato? Por mí quédate allí para siempre.
Laura Martínez

Sobre la imperfección


Y aquí estoy, vulnerable, sentada junto con mi estupidez y mi maldita conciencia que no me deja tranquila.
Y aquí estoy, patética, mirando con pena el desdeño y el vacío que no para de mirarme con acusación.
Y aquí estoy, ciega, escuchando el ligero sonido de un imaginado piano que me relata su triste melodía; triste, suplicándole a la vida que no me haga más tonta de lo que soy, que deje de hacer que sea “Laura la ininteligible”
Y aquí estoy, limitada, escribiendo estas estúpidas frases que nada tienen que ver con lo que pueda sentir, que nada tienen que ver con lo que yo misma pueda saber qué es lo que me pasa.
Como una estúpida, vuelvo a cavilar sobre el comienzo, sobre la trama y sobre el nefasto fin.

Laura Martínez.

lunes, 16 de junio de 2008

Crónicas de una condena. [última parte]






(...)-¿Entonces qué decidiste?- pregunté algo interesado
-Pues nada, esperar a que el hechizo finalizara y procurar hacerlo cuando éste todavía siguiera dormido. Y así fue. Dos largas horas estuve nadando por el lago haciéndome la loca, como si no hubiera visto al caballero (ya que no quería levantar sospechas alguna) a la vez que me concienciaba de que debía arrebatarle el arma sin que se enterase. Y cuando por fin finalizó el hechizo, me convertí de nuevo en mi real “yo”. Tras eso, cautelosa, me acerqué hasta el caballero. ¡Cómo roncaba el tío! Antes se hubiera despertado por sus propios graznidos que por el ruido de mis pasos.
No pude evitar soltar alguna risotada.
-Y con cuidado, intenté arrebatarle la espada. A medida que la iba desenvainando, su hoja brillaba con más intensidad, tal y como me habían dicho; sin duda, era la espada que estaba buscando. Pero el muy ingenuo tuvo que despertarse. “¡Ahá!”, dijo mientras me agarraba fuertemente de la muñeca. “Te atrapé, y además te he pillado con las manos en la masa” Yo hacía como si nada hubiera sucedido: “¿Qué dices? Estás loco” él rió descaradamente. Dios… es que… ¡ufff!
Ahí iba otra de sus rabietas. De verdad que vivía la historia.
- Me miraba con deseo, de aquello sí que pude darme cuenta. Quizás tendría alguna escapatoria y le podría seducir, pues todos los hombres que se han interpuesto en mi camino han acabado hechizados por mí.
- ¿Te refieres a un hechizo de frasco?
- ¡No hombre! Hechizados con mis propios métodos naturales, ya sabes…- dijo descarada mientras se señalaba el cuerpo entero- Pero no dio resultado. Se ve que a éste le habían castrado o algo, aunque no, porque estaba completamente desnudo y le pude ver todo…
- ¡Princesa, por favor! Comienza a ser algo molesta tu historia…
-Está bien lo siento, sin detalles… Bueno, entonces, me arrastró a la fuerza hasta su caballo blanco (se ve que había preparado un caballo para mi captura antes de que yo llegara). Me esposó y me subió en él. “Veremos qué es lo que dice el juez” dijo, y sentí cómo el caballo comenzó a trotar. Cruzamos el bosque tenebroso, aunque nada sucedió, así que deduje que todo lo que me contaron de él, era leyenda. Y bueno, creo que ya sabe el resto de la historia, padre.
Ambos quedamos sumergidos en un ingente silencio. El resto de la historia era que el juez, amante de la malévola reina, le había encarcelado en este putrefacto calabozo por obstrucción a la justicia y por intento de asesinato.
-¿Qué opina, reverendo?- me dijo esta vez ya más modosita.
- Que a Blancanieves no la encarcelaron, sin embargo.
Pareció molestarle.
- ¡Já!, gracioso reverendo… Está que rebosa gracia por todos lados, ¿eh?- dijo en un tono suspicaz.- ¿Le vino directamente del cielo?...
>>Blancanieves lo único que hizo para salvar su propio pescuezo fue limpiar la casita de los enanitos, que al final resultaron ser cómplices de su madrastra.
-Pero vamos a ver, ¿Es que las madrastras son como una raza aparte?- pregunté irónico.- No creo que todas tengan intención de hacer daño.
- Pues pregúntaselo a Cenicienta, a ver qué le dice.- era testaruda como ella sola.- O a Mariquita…
Fruncí el entrecejo.
-Ignoro quien es esa…
- Una vieja amiga mía, pero sólo era duquesa.- aclaró.- En fin, que no tenemos remedio las princesas como nosotras: ninguna se intenta salvar, y cuando lo intentamos fracasamos…
Hundió su rostro en sus pequeñitas manos y rompió a llorar. Sin saber qué hacer, le acaricié su torso como muestra de consuelo. Tras aquello, se incorporó, se secó las lágrimas, y me preguntó:
- ¿Algún hechizo para perdonar mi pecado, padre?
Yo dudé ante aquella petición.
-No. Reza tres “Padres nuestros” y dos “Ave Marías”. Aunque de momento no creo que esto te sea eficaz, por lo menos te ayudará para que Dios escuche tus oraciones.
La muchacha sonrió apenada y agachó la cabeza.
-Gracias padre por intentar expiar mis pecados- y me abrazó a la vez que me besaba en la mejilla.
“Dios, perdónala porque no sabe lo que hace” pensé, y tras aquello, salí de su celda, me remangué un poco la sotana, ya que el suelo estaba algo encharcado y me dirigí de nuevo hasta el monasterio.
Allí me recibió la hermana Catalina.
-¿Cómo fue el día de confesiones en la cárcel?
Pero estaba tan apenado por la pobre princesa, que ni si quiera le contesté, y fui directo a la cama a la vez que intentaba deshacerme de mi conmiseración, que me impedía dejar de pensar en otra cosa.
Pobrecilla, si supiera en realidad lo que le esperaba tras rezar aquellas oraciones…
Una muerte segura, letal e irrefutable sería el castigo que le aguardase tras haberla atado con una soga en un poste y haberla encaminado hacia la hoguera. Aunque también era verdad que la había creado el mismo Satán: era toda una tentación para los hombres y poseía una mente demasiado liberal. ¿Merecía por ello una vida en el infierno?

Fin


Laura Martínez.

sábado, 14 de junio de 2008

Crónicas de una condena. [parte tres]

(...)-Entiendo, continúa.
- Pues como le contaba, yo debía cruzar el lago tal y como llegué a hacer, pero tras aquello, la búsqueda del “armario camuflado” del que me habló la bruja sería mi siguiente objetivo. “Busca en lo más alto de la más alta torre del castillo de Sleeptodream. Pero antes también deberás hallar la espada de “no-se-qué-me-dijo” para poder abrirlo y extraer el contenido que necesitas” me decía la fea ésta de la verruga en la nariz.
No me gustaba nada su actitud prepotente.
-Que términos más despectivos, princesa.
-Sí, bueno, no me escucha en estos momentos.- e hizo como si no se hubiese arrepentido, y siguió contando su historia- Lo que pasa es que cuando llegué hasta la orilla y me convertí de nuevo en humana, ya no poseía ninguna prenda para vestirme. “Mierda”, pensé y sin saber qué hacer, me senté sobre la orilla hasta buscar una posible alternativa. Fue en aquel momento cuando vi por segunda vez al águila. Sin saber porqué, tuve la sensación de que me observaba, y me sentí algo indefensa.
>>Como si de locura se tratase, el ave voló en picado hasta mi posición y se posó justo en mis rodillas. Me hizo daño con sus garras de depredador, desgarrándome la piel, pero no me precipité a soltar grito alguno.
>>El águila me contemplaba fijamente, como si en mis ojos se hallase la verdad de algo y éste la buscara con paciencia. Pero mis ojos son tan inexpresivos como egoístas; apenas tienen vida, y no pudo hallar nada. Cuando se dio por vencido, ya había caído la noche, y mi fina piel comenzaba a erizarse del frío. El ave voló hasta la rama de un pequeño árbol que había cerca, y rápido, pegué tres sorbos de aquel frasco que sostenía fuertemente en la mano, y de nuevo me convertí en cisne. ¡No sabe, padre, qué alivio experimenté tras haber estado todo el día desnuda!
Su historia tan fantástica como intrigante.
-Por favor, prosigue.- insistí.
- Convertida en cisne otra vez, nadé por los alrededores sin irme muy lejos de la orilla, hasta ya muy adentrada la noche. El águila no aguantó despierta, y aquello me sorprendió, pero lo importante es que ahora podría convertirme de nuevo en princesa ya que no miraba. Después me iría corriendo hasta la busca de aquel armario.
>> Fue cuando entonces, del árbol donde se posaba la misteriosa ave, surgió un breve destello azul que convirtió al águila en un caballero. Tal era mi sorpresa, que quedé anonadada y atontada durante unos segundos contemplando el fenómeno. El caballero se despertó del golpe, ya que al convertirse en humano, su pesado cuerpo, quebró la rama, y cayó al suelo. “¡Ay!”, dijo mientras se ponía la mano sobre la cabeza, pero tras aquello, echó un vistazo por el lago, y volvió a recostarse cerrando los ojos. Estaba desnudo también, pero pude percatarme de que llevaba un cinturón de cuero atado en el cual envainaba una espada. “Que raro” pensé “no tiene ropas, pero sí que puede llevar el cinturón con el arma” Hasta que me di cuenta de qué arma estábamos hablando: nada más ni nada menos que la que podría abrir el armario que estaba buscando, el armario de los hechizos colocados en la estantería de “para combatir enemigos” etiquetados como hechizos para “madrastras malvadas”. Por eso quizás si que hubiera podido llevar la espada consigo, camuflada de águila, ya que era un espada mágica.- parecía volver a enojarse- ¿Entiendes? Aquello era una muy buena noticia, pero sin embargo no lo era tanto, ya que estaba en manos de un fuerte hombre y, en absoluto, lo podría combatir
Su ineptitud apenas le permitía explicarse bien, pero la entendí.
-Tenía que salir del lago y arrebatársela como fuera posible, pero… ¿qué podría pasar si me veía convertirme de nuevo en princesa? A demás de aparecer completamente desnuda ante él y morirme de la poca vergüenza que me quedaba tras saber que lo que me hubo contemplado no era un pájaro, sino un hombre, ha de saber que yo soy una criatura totalmente indefensa frente a la fuerza de un ser como aquel y me hubiera derribado en cuestión de segundos.
-¿Entonces qué decidiste?- pregunté algo interesado (...)

Laura Martínez.

miércoles, 11 de junio de 2008

Crónicas de una condena. [parte dos]

(...)-Bueno, da igual. Prosigue.
- Pues lo que le contaba. Comencé a nadar hasta la otra orilla. El agua estaba algo fresquita, pero nada que no pudiera soportar. Allí que iba yo con mi frasquito en la boca, (perdón, en el pico) cuando de repente me veo a veinte cisnes detrás mía. ¡Qué suplicio! Usted no sabe lo que es cargar con dos decenas de esas cosas… Que yo me paraba, ellos se paraban; que yo reanudaba mi paso, también lo hacían ellos. Todo aquello me ponía nerviosa y de vez en cuando intentaba ahuyentarlos.
>> Fue una sombra en el agua lo que me despistó por un instante. Miré hacia arriba para poder contemplar qué era aquello, y pude ver a un águila real sobrevolando mi cabeza. Poseía un vuelo majestuoso y un color radiante; sin duda alguna era un animal precioso. Pero no debía perder el tiempo pensando cuán bello era aquel ser y aceleré mi nado. Apenas me quedaba tiempo, como mucho unas horas, para que el hechizo concluyera y volverme a convertir en humana, y si lo hacía en medio de aquel lago me ahogaría, ya que no sabía nadar.
>> Cansada, llegué hasta la otra orilla, y muy justa de tiempo, a decir verdad. Nada más tocar el suelo arenosillo y húmedo del agua, mis patitas se volvieron a convertir en unas piernas brillantes de princesa, y mi larga y ondulada cabellera apareció poco a poco sobre mi cabecita blanca. Y así, hasta que de nuevo me transformé en carne blanda humana, en la carne de la futura heredera de la corona, (claro que sólo si cumplía mi misión tal y como me sugirió mi fiel bruja). Y allí estaba yo, dispuesta a arrebatarle la vida a mi queridísima madrastra.
Si la pobre muchacha supiera la magnitud de pecado que sus palabras contenían… ¡Dios la ampare! Estaba hecha toda una asesina, y por lo que me iba contando, lo tenía todo calculado frívolamente.
-¿Es que no podías coger un cuchillo y clavárselo en el vientre en un momento que estuviera despistada?- pregunté con un poco de sorpresa por mi pregunta.
Ella negó con la cabeza.
-Verá, como usted y todo el mundo muy bien debe saber, la reina no es cualquier persona. Tiene un aura tenebrosa, y practica magia negra…
- ¿Cómo sabes eso, princesa?
- ¿Disculpa? He vivido con ella las veinticuatro horas del día durante trece frustrantes años. ¡Como para no saberlo! Además, yo soy muy curiosa, y me gusta husmear en todo.
Suspiré y negué con la cabeza, como diciendo: “no tienes remedio”, y tras aquello prosiguió.
-Su aura tenebrosa tiene a la vez una fuerza que la protege, y no sé cómo, pero un simple cuchillo no sería suficiente como para acabar con su espíritu, así es que busqué alternativas. La bruja del bosque me contó que había posibilidades, como por ejemplo, la búsqueda del armario que guardaba aquel veneno letal para las madrastras. También alegó que aquello era un tanto arriesgado.
-Sin embargo, a pesar de saber su riesgo, las llevaste a cabo….
-Bueno, más bien lo intenté- aclaró ella a mi afirmación, y añadió:
_ Y también es verdad que era mejor morir en el intento que quedarse quieta esperando a que el príncipe azul llegara a salvarme. Mira lo que le pasó a Blancanieves, ¿De verdad cree que tuvo un final feliz? Eso no son más que chorradas. Era mi vecina en la infancia , y te aseguro que no hubo príncipe azul, ni amarillo, ni rojo; lo que pasa es que tampoco quiere dar imagen de pobrecita, ¿Sabe usted?
La verdad es que no acababa de creérmelo del todo, pero tampoco le quería soltar ninguna represalia, porque a mí, Blancanieves, ni me va ni me viene, no practica mi religión.
-Entiendo, continúa. (...)
Laura Martínez.

lunes, 9 de junio de 2008

Crónicas de una condena. [parte una]


-No pude convertirme en princesa porque el muy idiota seguía mirando.- me contaba- Mi colita blanca se estaba helando y pronto llegaría la noche y no podría concluir el malévolo plan que tenía para acabar con mi madrastra.
Yo contemplaba cómo se irritaba cada vez que recordaba la historia y observaba su exaltación momentánea. Me hacía gracia la chica, porque para calmarse ella misma, soltaba de repente un: “¡Dios, es que…!” , y suspiraba.
-Escondida entre los cisnes del lago y camuflada con plumas blancas y pico colorado, nadaba paseando por el moho que se había acumulado en la superficie del agua.- prosiguió tras aquel sulfurado “¡Ufff!”.- Yo sabía que me observaba, y que me había visto convertirme en ave, ¿sabes? Seguramente me habría seguido desde el cobertizo del bosque donde guarda la bruja sus pociones y todos estos cachivaches y artilugios.
Yo prestaba atención a la historia de la muchacha, que esta vez estaba ya con el rostro rojo y enojado; parecía echar humo por las orejas. Aquello afeaba su imagen, la verdad.
-Mire, le cuento la historia desde el principio:- y comenzó a relatar:
- En cuanto crucé el bosque para poder llevar mi plan acabo, fue cuando noté que algo me perseguía, pero sin darle mucha importancia, seguí caminando como si de nada se tratase. Tonta de mí cuando pensé aquello, porque en realidad ahí estaba él, contemplando curioso el frasco que llevaba en la mano, el cual contenía la poción mágica etiquetada entre las pociones de “princesas”; porque, claro, no querrás que me hubiera convertido en una asquerosa cucaracha, ¿no? Eso mejor para la plebe…
>> Bueno, la cuestión es que cuando llegué hasta la orilla del lago, me quité las ropas cautelosamente y…
Cuando dijo aquello, me imaginé su bella figura desnuda y algo esbelta, (aunque no mucho), mientras se deslizaban por su cuerpo aquellos trapos de seda que yo mismo había dibujado en la fantasía. Me estremecí de tan placentera imagen en la mente y me santigüé.
-… Me metí en el lago con el frasquito en la mano sin que tocara el agua. Cuando ésta me cubría hasta el pecho, lo destapé y bebí despacio tres sorbitos de él, como me había dicho la bruja. De repente, noté un súbito calor recorrer mi cuerpo y vi cómo mis piernas humanas se convertían en las patas de un hermoso cisne. Mis manos en alas majestuosas, mi cuello diminuto, en un hermoso cuello blanco, y mis labios en un pico al que no me acabé de acostumbrar, y en el cual debía sostener el frasco de la poción todo el viaje. Ahora podría llegar por fin hasta el otro lado del reino.
Aquello me confundió un poco.
-¿Quieres decir que sólo se puede llegar hasta la otra orilla nadando? ¿No puedes rodear el bosque?
Ella negó con la cabeza.
-¿Acaso crees que sería digno para mí, una princesa de alto rango, cruzar la parte prohibida del bosque? No, no, no y rotundamente no.- creo que por un segundo ella me acusó de denigrante- Me han contado muchas historias de ese bosque, y dicen que quien entra jamás sale de él y que pasa a formar parte de aquellos animalillos atrapados por el espíritu maligno del Gran Nigromante, que éste vaga entre los árboles hasta la eternidad sin piedad alguna para los intrusos…
Yo arqueé una ceja, pues jamás había escuchado tal disparate.
-Bueno, da igual. Prosigue.
Laura Martínez.

sábado, 7 de junio de 2008

Garabatos

No sabía que aquel culo era un corazón dibujado en su honor. Ni que la mano rota, una margarita desojada por los nefastos efectos del amor.
-¿Qué pintas?- me preguntó cuando se acercó hasta mí.
Rápidamente, escondí la libreta de dibujos y bocetos bajo mi regazo.
-Nada…- dije nerviosa y escéptica.
-Quien nada no se ahoga.
- Y quien se ahoga esconde su dibujo.
Me miró con extrañeza.
-Eso no tiene sentido.- y tras eso espetó:
- En el dibujo he visto un culo… ¿Ahora te dedicas a pintar figuras eróticas?
-No. Son sólo imágenes metafóricas.
-¿Y eso qué es?
- No lo entenderías.
Se acomodó en el banco donde yo estaba sentada. Parecía que se iba a quedar algún tiempo conversando.
-¿Crees que no soy suficiente listo?
Yo negué con la cabeza.
-Creo que no pones suficiente interés.
Ni si quiera me miró.
Allí nos hallábamos ambos, observando el entorno, y, quizás, cavilando sobre él.
-¿Sabías que el arroz está muy caro?- preguntó de repente sin dejar de mirar los alrededores.
Me encogí de hombros.
-Sí…-prosiguió.- y que por esta razón los niños tercermundistas no tendrán para comer.
-Muy triste…
-Sí- y sacó un paquete de tabaco de su bolsillo, del cual extrajo un cigarro. Se lo colocó en la boca, lo encendió y le dio una calada bien grande.
En realidad no sabía porqué comenzó aquel tema.
Su imprevisión era asombrosa. Nunca sabías con qué te sorprendería.
Absorbió otra pequeña porción de su cigarrillo, cargándose a la vez siete segundo más de su vida.
-¿Me quieres?- esta vez si que tuvo valor para mirarme.
Mi desconcierto era tan grande que no le respondí.
Entonces él volvió a mirar hacia el suelo con el cigarrillo en la mano.
-Ya…- y negaba con la cabeza.
Tras varios incómodos minutos de silencio, me volvió a preguntar por el dibujo.
Yo, asentí y le entregué la libreta.
-¡Vaya! Es precioso… ¿Esto qué es? ¡A!, ya sé. Los cabellos desaliñados representa la locura. Los senos grandes, una dificultad para encontrarse con tu esencia verdadera, y… ¡Joder!, ¿Qué son estas manos…?
Le arrebaté molesta mi trabajo y lo volví a guardar entre el amparo de mi brazo y pecho.
Volvió a meterse el cigarrillo en la boca.
- La muchacha deformada está llorando al pie del lago… ¿Es el lago todo lo que ella ha podido llegar a llorar?
Me estremecí, porque parecía más listo de lo habitual.
Laura Martínez.

jueves, 5 de junio de 2008

DRAMATURGA

PRIMER ACTO:
LA FRIALDAD DEL ORDENADOR
No hay nada que hacer.
Me siento; exhausta, cansada, dormida.
Enchufo el aparato, cuadrado, cansado, sin vida;
y me pongo a pensar.
Me conecto y me saluda con un hola
(poco radiante, sin ganas, frustrante)
Ya me lo temía.
“Es la hora”, dijo.
También un adiós de despedida
(odiado, frío, no respira...)
y comienzo a ponerme nerviosa.
LA FRUSTRACIÓN DE ESA FRIALDAD
Me levanto, me siento,
me vuelvo a levantar y presiento
que algo va muy mal.
Suspiro, exhausta, cansada dormida,
pero sin embargo, espero a que se decida.
Me muerdo las uñas,
cambio una bombilla,
escucho música y
hago tonterías.
Lloro y pienso,
que si esto es lo que siento,
más me vale espabilar.
Y dejarlo todo atrás.
Escucho risas, vienen del comedor.
Me acerco y las lágrimas me seco,
me uno a ellos aunque no por mucho tiempo,
porque tan grande es mi lástima,
que tengo que volver para otra vez llorar.
ESPERANZAS EN LA FRIALDAD
Hablo con mi amigo,
( el mejor, el friki, el adivino)
“No te preocupes” dice,
“seguro que se queda contigo”
Le doy la razón, suspiro y por fin puedo reír.
Sonrío, me levanto y en el espejo me miro
“Hoy soy linda” me digo
y me vuelvo a mi destino.
“Laura” me vuelve a decir ,
“en caso de que no, actúa con normalidad”
Asiento, pero de nuevo presiento que algo va mal...
SEGUNDO ACTO:
LA FRIALDAD DEL MÓVIL
Suena el móvil, un mensaje
y antes de leer miro el nombre del aspirante;
me lo temía es él.
Decidida, pero nerviosa,
por fin puedo leer,
es la hora, la decisión,
espero que acabe bien.
LA FRUSTRACIÓN DE SU FRIALDAD
Lo leo y normal,
(sonriente y nada mal),
me desnudo y me visto,
me meto en la cama,
me arropo hasta el cuello,
me acomodo la almohada
y cuando nadie me ve,
la fuerte se calla y rompo a llorar.
LA IMPOTENCIA POR QUE NO LO HA DICHO A LA CARA
Me calmo y sonrío.
Exhausta, cabizbaja e indiferente,
no hay otra cosa en mi mente
que aquellas dos palabras.
(las pienso, no las quiero) él mismo me advirtió...
Aquellas palabras en mi cabeza y dolor
no paran de sonar...
TERCER ACTO:
EL DESAMOR
“Lo siento...”

Laura Martínez

miércoles, 4 de junio de 2008

Jazz

Dicen que el jazz es el mejor estimulante del sexo. “Deja fluir la melodía que oyes por tu cuerpo, imagínatela recorriendo todas las zonas de él” me dicen. Y sin querer, y sólo porque he oído la palabra sexo, la imagino recorriéndome por el vientre hasta llegar al rincón donde se esconde el mayor placer de los placeres. De repente he respirado profundamente cómo si éste en realidad me haya penetrado y me haya llegado más que al alma.
Dicen que escuchar ese saxofón, el chelo a pizzicato y un piano marcando la melodía, revelan las hormonas.
El jazz como remedio a la soledad o a tu casta temporada. “Si quieres hacer el amor, escucha jazz” me vuelven a decir. Una sustitución del placer carnal y un orgasmo imaginado totalmente insuperable.
El ritmo a destiempo, como enlace a tu elevada y eminente respiración.
Un placer irrefutable en cuanto lo pruebas.
La voz de la cantante son los gemidos de la pareja en cuanto se ejecuta la acción prohibida. O también puedes imaginarla como sus manos, atando y desatando cabos por tu cuerpo, o insaculando sus más profundos secretos dentro de ti.
El jazz como en sus comienzos: prohibido y enfático.
Una excitación solaz y que cavila sobre el futuro que espera: un sudor hedónico que se esparce obscenamente por los recovecos de tu cuerpo.
El jazz espetando su música en tu interior, y tú, sintiendo un ineludible reproche de placer.
Laura Martínez.