miércoles, 19 de diciembre de 2018

27


Si me pongo a pensar - y lo hago mucho- en aquel colgante verde que perdí, mi atesorado colgante verde de la buena suerte que perdí, no puedo evitar preguntarme qué habría sido de mi vida si todavía lo llevara puesto.
A veces pierdo la cabeza también. Lo noto con los deseos intangibles, los que quiero confesar y no me atrevo. Quedan unas horas para volverme tarada de nuevo, para escurrirme entre números pensando que, ¡joder! ya no hay vuelta atrás. Ni colgante verde de la buena suerte. Pero decido consumir el tiempo con cigarrillos y me visto en un intento de guapa. Igual ya no me importa - aunque un poco sí - que el tiempo pase siendo feliz, que es una palabra cursi que uso mucho y no me gusta nada. Será su sonoridad. Será que no tengo mi colgante verde de la buena suerte. Será que diciembre es siempre nostálgico y a mi, en el fondo, me gusta.
De nuevo la pregunta: ¿qué hubiera sido de mi vida si no hubiera perdido mi colgante verde de la buena suerte? Si no lo hubiera perdido, me digo, como perdí aquella vez ese avión a Edimburgo, o como aquella otra vez mi vaquero favorito - todavía no sé cómo - o mi pendiente de aro, o mi primer amor... cuántos caminos hubiera dejado atrás. Si no hubiera perdido mi colgante verde de la buena suerte.