jueves, 18 de octubre de 2012
Mi era de Space Invaders
jueves, 11 de octubre de 2012
Cuentos de Susana #2
Entra brisa por la ventana y se refresca la habitación. Susana, que sigue en su postura reversa a lo largo del colchón, lo agradece. Eso, eso, piensa, que corra aire, que desaparezca el olor a cuero de mis botas nuevas, que se desvanezca la sobrecarga de indiferencia, que se ventile mi apatía. Porque lo único que ha sentido últimamente es eso, impasibilidad. Le trae sin cuidado la rutina y los horarios. Le trae sin cuidado quién viene, se queda o se va. Le trae sin cuidado el hambre y el hombre. Tal punto de indolencia ha alcanzado, que ya ni recuerda cómo se llora. Al percatarse de esto, lo intenta. Snif-snif. Primero hay que hacer que los ojos se humedezcan, figura, luego hay que achinarlos hasta que alguna gotilla se desprenda del lagrimal. El problema no es ella, reflexiona, el problema es la postura. Para llorar debería mirarme al espejo.
Le duele algo los hombros a Susana, pero no se mueve. Tiesa y estática, anda imaginando la vida. Love, love will tear us apart, canta con un hilillo de voz, love, love will tear us apart, versión Nouvelle Vague. Qué atrocidad. Todo son ideas absurdas, ¿quién podría morir de algo que no fuera de un accidente de tráfico? Un motorista acaba de colapsar con un coche en la calle O'Donell y todo el mundo lo observa, figura, todo el mundo lo observa desde muchos vértices, desde muchos ángulos. Susana ha escuchado el fuerte golpe desde su oficina y se ha asomado a la ventana para ver qué ha podido pasar. Desnucado, un motorista, en el asfalto gris de la carretera. Tres carriles, 50 bocinas sonando a la vez, un vehículo remiso atravesando la avenida, una persona que se muere. ¿Ves? ¿quién podría morir de algo que no fuera de un accidente de tráfico? Love will tear lalalala. Personas. Personajes. Ideas establecidas. El lobo, feroz, atroz, extraordinariamente malo. Interpretaciones.
Un papel, un guión. Susana rememora una tarde cualquiera en su supermercado de
confianza pidiendole diplomáticamente al carnicero una pieza de 300 gramos de solomillo
argentino, con su sonrisa, sin fingir, pero tampoco natural, algo sistemático,
como la maldad del lobo.
EL CUENTO DE CAPERUCITA AL REVÉS DEL PADRE DE SUSANA
Tacirupeca jarro fue a saca de su talibuea / Laitrará,
laitrará, laitrará / Y deperrente, el bolo /¡Tacirupeca jarro! ¿Dédon vas? / Voy a saca de mi talibuea / Laitrará, laitrará, laitrará / COT-COT /¿Se quien?/ Tacirupeca Jarro / ¡Sapa, sapa! / Tacirupeca Jarro sapó y el bolo
se la miocó./
NIF.
lunes, 8 de octubre de 2012
Cuentos de Susana #1
Susana se tumba boca abajo y se echa la almohada sobre la cabeza.
Siempre lo hace antes de dormir. Pega la frente y el pecho al colchón, de
manera que se forme una mínima curvatura para poder respirar. Y cierra los
ojos. Así, rendida y estirada, discurre en su cabeza la imagen de su cuerpo
como un puente, sólido y compacto, siendo la garganta la dovela del arco bajo
el que se postren los enamorados a altas horas de la noche, mientras la tranquilidad de un canal fluye silencioso, y se disciernen el honor de la más castra sinceridad de la vida.
No necesariamente Susana tiene que imaginar historias injuriosas
de amores románticos. Otras muchas veces ve pasar bajo el puente, al que ya le
abraza la hiedra, personajes gusarapos, lastres, alimañas, de esos que escupen flemas
y pegan chicles en las piedras (que son sus labios y barbilla, o su cuello y su
bofio) por pura diversión.
Esta noche, Susana no es capaz de imaginar gran cosa. Rechaza
cualquier disciplina que se inventa y recurre a los cuentos que su padre le solía
relatar antes de dormir. Caperucita Roja al Revés o El Culo y el Perro, un
relato de un pueblo cuyos habitantes son culos que hablan.
Al recordar este último cuento de nalgas, desde su cama, y todavía boca abajo, se visualiza a sí misma en el gimnasio, vestida pretendidamente de Nike. Conjuntadas sus mayas y su top aprieta-pechos para que no salten, al ritmo de Gloria Gaynor, de un lado a otro. Se ve con su mp3, subiendo los falsos escalones que le indica el step. “60 floors climbed” le dice la máquina y ella piensa que tiene que llegar a más de 120, por decir una cifra. Mientras sube y baja escaleras ficticias (imaginándose en el John Hancock de Chicago- 344 metros de altura, 100 plantas- y desafiando a los guardas a una carrera) tararea para sí alguna canción de Sophie Ellis-Bextor porque se le antoja isotónica. Y entonces mete tripa, sistemáticamente, aguardando, inconsciente, a que cualquier depravado proteinizado pase mirándole el culo, que se lo imagina como el del cuento de su padre.
***
EL CUENTO DEL CULO DEL PADRE DE SUSANA
Era un culo femenino y prieto. Sano, muy sano. Se notaba que hacía deporte todos los
días: salía a correr, hacía algunas sentadillas y dedicaba largas jornadas al
ciclismo. Sí, un culo
atlético y joven. Prometedor, como muy pocos lo eran, aunque, es cierto, también un poco respingón. Todo el mundo lo comentaba:
- Sí señor, un culo con clase y con
criterio.
- Qué
vértigo, válgame dios, ¡que nalgas tan duras!
- ¡Y mira cómo se contonea!
Vivía tranquilo y sin preocupaciones en un barrio residencial en Carlina del Sur. Entre semana se pasaba el día entrenando y los sábados iba a ver
algún que otro partido de béisbol. Era aficionado, además, al baloncesto, y también a las frases
hechas.
-¿Y qué
tendrá que ver? No hay que confundir el culo con las témporas, mujer…
Tenía una vida tranquila, pero un día llegó al pueblo un
enorme Doberman que se afincó en el mismo barrio, a tan sólo dos
casas más allá de la suya. Aquel perro era muy autoritario. Babeaba rabia y en vez de saludar gentilmente como todo el mundo, propinaba
un ladrido ensordecedor. La primera semana no se comentaba otra cosa:
- ¿Qué pasa, es que no tiene perreras en las
que quedarse?
- ¿Qué rabillo se le habrá perdido por aquí?
- A mi padre una vez le mordió uno, todavía
tiene la cicatriz en la nalga derecha.
No era de extrañar que, a pesar de haber tantos culos para elegir,
el Doberman sintiese gran admiración por uno sólo. Contenía siempre las ganas de propinarle un
mordisco al culo estrella las veces que lo veía pasear por las calles. Hasta que un día su
instinto le pudo y salió corriendo tras él.
- No intentes huir, no podrás escaparte.
El
culo, que, como ya se ha dicho, estaba prieto y musculoso, burlaba siempre al perro.
-Suerte que
hago deporte -decía- Porque si no, ya me habría deformado los
glúteos de un mordisco.
Desde
entonces, todos los días eran una constante carrera para ir a todos los lados y lograr que no le cogiera el perro. Y ya no aguantaba más, el pobre culo estaba empezando a notar cómo
su energía y combustible menguaban poco a poco.
- Esto
no puede ser, ya me veo preso bajo los dientes de ese maldito perro. Carlina
del Sur ya no es lo que era... ¡Gases! que ya llega otra vez...
Pero ya no podía más, corría, corría y corría, y nunca veía el
momento en el que el perro, cansado, se diese la vuelta. Aquel día iba a
necesitar un milagro para que el Doberman no lo alcanzara. Y de repente, aquel día, mientras corría y nalgueaba para esconderse
de aquel perro que le hacía la vida imposible, encontró su salvación, como
caída del cielo, pues al doblar la esquina de la calle se topó con un Hada.
-¡Oh, pobre culito!
qué desgracia la tuya.- su voz era celestial y fina- Todos los días te veo
sudar la gota gorda para escapar de ese rabioso Doberman. Deberás estar
exhausto… sí, se te nota… has perdido ese color tan culesco que tenías. Y
forma, sobre todo forma. Señor, que te estás quedando plano y eso nadie lo
quiere.
Mira, no suelo hacer estas cosas, pero creo que necesitas ayuda,
así que…
Sacó su varita del zapato y pronunció unas palabras:
“Cuando el peligro acecha,
no queda más remedio que apretar el culo contra
el taburete.
Pero hoy con mis poderes,
en pajarillo te convertirás en un
periquete.”
Y así
fue cómo sus cachetes fueron, poco a poco, ganando
plumaje, pico y alas, hasta convertirse en un pájaro que sobrevolaba las copas
de los árboles. Mientras tanto, el perro buscaba furioso a su culo, sin éxito
alguno.
- ¿Dónde estará, dónde se habrá metido? ¡Maldito culo de mal
asiento!
Al pasar por uno de los parques, buscando a su presa, vio en lo
alto de un árbol a un pequeño pájaro. Olisqueó el ambiente y notó algo raro.
- Juraría que ha pasado por aquí… Sí,
sin duda ha pasado por aquí… Oye, pajarito, ¿por casualidad no has visto pasar
de largo a un culo, verdad?
El pájaro negó con la cabeza
- ¿Nada de nada? Así un culo jovencito y
duro… ¿No? Mira que no me
gusta que me mientan… ¿Estás
seguro? hmmm… a ver, a ver, cántame un
poquito.
***
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