jueves, 31 de enero de 2008

NO HAY NADA QUE HACER.

No hay nada que hacer.
Me siento exhausta, cansada, dormida.
Me levanto hacia el ordenador;
(vacío, frío, sin vida),
y me pongo a pensar
que no hay nada que pueda hacer.

Me levanto, camino, y, despacio,
me asomo a la ventana,
y con ojos tímidos y extraños
contemplo la mañana
que ha dejado tras sí la noche y el espacio.

No hay nada más allá,
y más allá no hay nada;
que la luz del día es difusa
y que la noche por sí sola me rehúsa,
sin dejarme descasar.

No debo dormir,
no quiero dormirme.
Debo llevar cuidado con todo lo que pueda venirme.
Voy a la cocina, con cautelo, con sigilo;
miro a mi alrededor y todo lo vigilo,
ymientras que un ojo está puesto en la puerta,
(ésta medio abierta),
mi mano va en busca de café.

Café, café, café.
¿Es que acaso no queda?
Me pregunto otra vez,
y sin nada que hacer,
me quedo hablando sola
y me doy otro traspié,
y vuelvo a pensar
que ya no hay nada que pueda hacer...