jueves, 4 de noviembre de 2021

Porchecito

 Me balanceo en el columpio de tela del patio, el pequeño porche que tenemos. Pero no un porche como los que gustan, de rancho, de texas, sureño, con su mecedora de madera. El mío es uno de baldosas de los cincuenta, agrietadas y descolocadas por las raíces del laurel, aunque es bonito porque, además, tiene rosales y margaritas, que no son margaritas, pero no sé cómo se llaman. Me balanceo en el columpio del patio y pienso en todo eso que no he conseguido, en todo eso que he tenido momentáneamente y ya no. Pienso en ese nudo de garganta que se enreda. ¿Se va esta desazón intermitente?

Desde mi porchecito, columpiándome, veo pasear a la gente, puntuales, aireados, bien vestidos, de otoño ocasional, Lucen de domingo, lucen de felicidad, de ansia de gustarse. Les veo pasar y pienso -no sé por qué-: ¿algún día seré madre? ¿algún día dejaré de ser intermitente? Porque madre es para serlo siempre. 

Columpiándome, más preguntas: ¿me desprenderé de esta angustia, por mi culpa, por mi culpa? ¿Algún día tendré paz? Quiero hacer grandes cosas, contarlo en Twitter. ¿Sabrá mi hija qué es twitter? ¿Me bajaré algún día del columpio, pasear guapa, aireada, bien vestida, de otoño ocasional?