Aturdimiento: perturbación de los sentidos a causa de un golpe o un sonido extraordinario.
Ninguno de aquellos casos era el mío. Tal vez pudo ser la soledad que me envolvió tras estar acostumbrada a la compañía.
Yo soy una de esas personas que jamás se inclinan hacia nadie, jamás lo he hecho, y no lo haré ahora. Pero... tengo que reconocer, que cuando se marchó me dejó un gran vacío. Tal vez mi vida sí que dependa de alguien en concreto y todos estemos equivocados acerca de mi personalidad.
Me acuerdo que una vez alguien me dijo que era perfecta. Oh, sí, perfecta: que tiene el mayor grado posible de calidad o bondad en su línea.
Eso era impensable, ni si quiera en aquel momento me lo creí. Él, al ver mi cara de aturdimiento, intentó explicarme.
_ Sí, muchacha, sí, eres perfecta, en todo...
Yo negaba con la cabeza.
_ ¿Cómo puedes pensar algo semejante?_ le preguntaba_ Mírame bien y haz otra descripción mía, más real que la de antes.
_ Si piensas que deliro, adelante, piénsalo. Yo sé bien como eres, y eres perfecta.
_ ¿Qué sabrás tú de cómo soy?_ dije esta vez enfadada._ Deja de decir barbaridades, si fuera perfecta, ¿No tendría hombres detrás mía?
Él comenzó a reír...
_ Eres perfecta y eso es lo malo y lo bueno que tienes.
Yo arqueé una ceja, dando a entender que no lo había comprendido.
_ Te explico. Si fueras como todo el mundo... posiblemente tendrías bastantes admiradores, porque eres bastante linda, pero, al ser perfecta...
_ Al ser perfecta sigo siendo bella ¿no? _ le corté.
_ Sí, pero entonces lo cambiaría todo. Tú nos atrapas como las arañas a las moscas_ refiriéndose a hombres_ Pero... las moscas temen a la araña.

Seguía sin entender.
_ Sí, _ prosiguió él._ Te vemos, nos acercamos, nos atrapas, y... en el momento en el que te conocemos tememos a ser tan pequeños como moscas, a ser inferiores a ti, a no poder decir que hacemos alguna cosa mejor que tú. Nadie quiere sentirse menos que nadie, y eso es lo que los hombres sienten al acercarse a ti, inferioridad. Todos te admiramos, pero eres algo inalcanzable... pues a tu lado somos todos insignificantes.
Mis ojos se habían empañado con diminutas lágrimas acumuladas en su parte inferior. Suspiré tan profundo, que cuando quise gritarle que aquello que dijo era mentira, no tuve fuerzas y mi voz salió como un susurro:
_ Mentira, mientes, no dices la verdad.
El chico sonreía tristemente y me acarició el pelo, según él, mi perfecto cabello rizado.
_ No soy perfecta_ volví a decir.
_ Tienes razón, pero siempre eres mejor...
Con un suspiro ahogado, rompí a llorar. No pretendo que nadie crea que soy perfecta, ni mucho menos, está claro que cualquier ser podría ser algo más que yo. Pero mi cabeza en aquel momento daba vueltas.
Él sonreía, como siempre, tal vez temiese a que yo, la araña, le atrapase entre mis hilos finos y no pudiera escapar. Ahora entiendo quizás por qué se marchó: me temía. Nunca pude comprender cómo de cerca tuve al ser al que amaba y cómo de lejos a la vez.
Aquello que me dijo aquel día, lo traduje en estas palabras: “te quiero, pero te temo, por lo tanto me voy” Y se fue.
Y aquí estoy, sentada enfrente de la húmeda ventana, cosiendo telas de araña para aquel ser ingenuo que caiga en ellas, pero las moscas no son tontas, y cada vez que me ven, pasan de largo corriendo.
Veo cómo cae la nieve hacia el suelo y se acumula formando una pequeña capa espesa. Los niños están fuera, juegan y se ríen, los escucho tras mi ventana. Imagino que, algún día la araña encuentre a otra araña para que esta no sea presa, si no que pueda juguetear entre los hilos que yo cosí.
Porque, a pesar de todo, puede que sí me haya creído lo que aquel loco me dijo. De él no supe nunca nada más, pero le espero, teniendo esperanzas que en él se produzca una metamorfosis de mosca a araña, y pueda ser él mi araña ideal.
Mientras tanto, le echaré de menos. ¿Me echará de menos él a mí? Sinceramente, no lo sé, pero, y aunque él no lo sepa, siempre tendrá guardado un sitio en mi pequeño y humilde, (según él, grande y perfecto), corazón.
Laura Martínez.