domingo, 30 de septiembre de 2012

Llora la Bestia (III)



Todos los monstruos viven en cuevas. 
Mi madre lo decía cuando me escondía debajo de las sábanas.

Ahora me escondo encima, para resguardarme de tus rases. Más tarde me doy cuenta de que sólo estoy haciendo la tonta cuando aprieto labios y pongo morritos para llamar tu atención.
No puedo negar que sufro crayones cuando veo que mi pelo no te impresiona tanto como creía.

¿Por qué lloramos rímel en vez de lágrimas?

Mi madre lo decía. 
Todos los monstruos viven en cuevas.

Que nadie se entere, pero ando ladeada –como los cangrejos- mientras meto tripa, aprieto piernas y saco pecho.
He perdido las gafas de sol y me molesta la claridad de tus mensajes. Aunque no me los escribas. 

Y echo en falta la gran mentira que no fuimos.

En hilera, las hormigas escapan de la oquedad, porque mi madre ya me lo decía. 

Los monstruos viven en cuevas y se ríen cuando les visito y temo resbalarme en la  fangosa oscuridad, fingidamente, para apoyarme sobre los hombros del más feroz de los dentados. 
Un bocado. 
Un mordisco. 
Una ayuda. 

A estas alturas son muchos los monstruos que me han salvado de mi recelo.



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