sábado, 15 de septiembre de 2012

Llora la bestia (II)


No sangré, lo recuerdo / Tú te pusiste como una fiera / Me gritabas. Rugías / Como una fiera / Porque no sangré, lo recuerdo / Yo no era de nadie, te dije / y volviste a tomar forma de bruto / Porque no sangré / y porque me querías mucho / demasiado / Aún así me gustaba el olor de tu piel / sin estar impregnada de hematíes, leucocitos y plaquetas / También me gustaba tu pelaje rubio, que era de bestia / porque no sangré, lo recuerdo / Me querías, oh sí, lo sé, me querías /Y yo / te dije que no era de nadie /

Grabado de Marina Anaya.
Más tarde te pedí que me llevaras a casa.

Un día después, me llamaste para ver qué tal me fue en el examen de matemáticas. Ahí tampoco sangré, y volviste a transformarte.

Me daba pena tu angustia,
así que te acariciaba el pelaje rubio
mientras
te decía que algún día de estos me iría.

Siempre sin sangrar.

Tus manos no eran garras, pero te ponías como una fiera.
Triste.
Desvalido.

Luego pedíamos pizza.

Yo me sentía sexy cuando te decía que no era de nadie.
Tú lo sabías.
Sabías
que

no íbamos a ninguna parte.

A mí me gustaba la playa en invierno y a ti cocinar platos con piña.
No éramos incompatibles. Pero yo no sangraba, y tú borboteabas rojo.
Siempre.

A todas horas.

El día que me dijiste “creo que te quiero”,
tomábamos
té. Te respondí que

quería mi ordenador arreglado de vuelta.

Y aquel día / sólo aquel día / sangramos los dos juntos / porque tú me querías / y yo / intentaba quererte /