sábado, 24 de enero de 2009

768 SUSPIROS [Capítulo 4]

El vaivén de las olas era fuerte. El buque de pesca se movía al mismo son allá en alta mar. La noche era fría y el viento, que correteaba por la cubierta, rebosaba una pegajosa humedad que calaba hasta los huesos. Lloviznaba por momentos, pero no demasiado, aún así, el frío de los mares del norte era intenso. El grumete más joven maldecía por enésima vez el día que decidió salir de la escuela para trabajar junto a su padre en aquel enorme barco.
No era la primera vez que subía a él y que zarpaba a pescar a ultramar quedando veinte o treinta días sin pisar ni ver tierra firme. Ya se había acostumbrado al mareo que le producía el balanceo del barco y aquel intenso e insufrible olor que la carga de pescado desprendía. Al principio pensó que sería toda una aventura: el rebelde de diecisiete años se embarcaría a un enorme navío con bodegas llenas de ron y bebería todas las noches en su camarote y todos los días de buen tiempo, lo haría en la cubierta. Fumaría el tabaco de su pipa y por cada mar que surcase se haría un pendiente en la oreja izquierda. Todo aquello quedó en la fantasía, ni siquiera llegó a navegar en otros océanos, el Atlántico fue el único. Su padre Damián, el patrón de pesca, le bajó de las nubes cuando le dijo que aquello no era un barco pirata y mucho menos del caribe, sino uno de pesca y que más le valía ponerse las pilas si quería hacer dinero en casa.
El muchacho tenía sueño, pero no podía dormir, por eso, decidió subir a cubierta para ver si necesitaban algún tipo de ayuda, cuando su padre le dijo que no había nada que hacer, volvió a recostarse sobre el frío banco de la cubierta, cuando entonces uno de los catorce marineros gritó de repente:
-¡Mierda! Damián, acércate.
El patrón se acercó a ver qué sucedía.
-¿Qué pasa Virxilio?
- El condón se ha quedado enganchado…
- ¡Manda carallo!- vociferó enfadado- ¿Otra vez? El mes pasado ya se nos rompieron tres redes y luego me tiré más de dos semanas arreglándolas.
- Lo peor no es eso, sino que posiblemente llevemos buena mercancía: lenguados y rodaballos.
Damián se apresuró a maniobrar con el barco para desenganchar las redes sin que éstas se rompieran o sufrieran daños graves. Serían las cuatro de la mañana cuando mandó despertar al resto de marineros que intentaban dormir en sus camarotes.
-Vamos, perros, ¡tenemos trabajo!- vociferó Camiño, otro marinero que, con órdenes del patrón, había bajado a levantarlos.
Muertos de sueño y con los ojos entreabiertos, se pusieron todos los chubasqueros y las botas y salieron a cubierta.
-¿Qué tenemos?- preguntó Breixo con un bostezo y tiritando del frío.
- De momento nada, pero si todo sale bien y no rompemos redes, clasificar lo que hemos pescado.
El barco estaba maniobrando todavía y, exitosamente, el patrón logró salir de aquel mal trago. Cuando la red de arrastre se desenganchó, la subieron a cubierta sin arriesgarse a pescar más.
El ingente montón de pescado era asombroso.
- Pero ¿qué es esto?- preguntó con felicidad Damián al ver la buena calidad del pescado.- ¡Si tenemos hasta langostas!
El joven muchacho veía entre los marineros la pila de animales marinos todavía vivos y se le revolvió el estómago.
-Además hay alguna que otra vieira, pero no tenemos suficientes para vender. Las cocinaremos para nosotros.
Cuando los pescadores terminaron de seleccionar y separar el tipo de pescado, serían ya las siete de la mañana. El patrón llamó al grumete a su camarote, que, cansado, iba a dormir el rato que le quedaba.

-¿Qué quieres papá?- dijo cuando entró.
- Tú, que has ido a la escuela y sabes de geometría, repásame estos planos con el compás y los Rotrin-como-se-llamen…
Su padre señaló hacia la mesa. En ella se encontraba un enorme plano de papel tamaño A1 llena de garabatos y círculos mal hechos.
-¿Ahora?- preguntó desconsolado.
- Ahora.- espetó el patrón- Quiero tenerlos terminados para cuando lleguemos a mares Irlandeses.
-¿Es que nos vamos a arriesgar otra vez?
- Hay, Albertiño… Si queremos buen pescado, hay que hacer cosas que no se debe. Además rozaremos solo la frontera de las doscientas millas. La patrulla irlandesa ni se enterará.
Alberto comenzó a hacer la tarea que le habían encargado y tras terminarla se fue a dormir un rato.
La mañana siguiente se presentó más tranquila que la noche, pero más fría aún. Una densa capa de nubes cubría el cielo y amenazaban con llover. Todavía no habían llenado la bodega de pescado, pero pronto lo harían si se cumplía las expectativas de Damián.
Damián era un hombre alto, rudo y cachas. Siempre miraba con ojos serios, pero alentadores y su sonrisa misteriosa era toda una tentación para las mujeres. Poseía un atractivo irrefutable. Muchas veces en Inglaterra había ligado con alguna que otra muchacha pero el desconocimiento de la lengua anglosajona le impedía seguir el juego.
-Malditas dificultades lingüísticas…- refunfuñaba con su hijo Alberto medio riendo- ¡Mira que moza más guapa y yo aquí sin poder decírselo!
Luego, ya más serio, añadía que no se lo contara a su madre.
Cuando rozaron ya el borde de la frontera de las aguas del país irlandés, se adentraron en ella con cuidado para que no los detectasen.
-Es que es el mejor sitio para pescar.- justificaba el patrón.
Ciertamente fue un día de lo más fructuoso, y, rápidamente, cundo hubieron conseguido la cantidad de pescado que les hacía falta, salieron del territorio irlandés.
Iba con ellos a bordo un joven marinero inglés de unos treinta años, llamado John. Intentando comunicarse con él, Alberto aprendió más inglés en aquellos últimos meses que en el periodo de la escuela.
-Guat du yu du güen yu arraif tu Galicia?- le preguntaba con un acento bastante malo.
El inglés se rió con buena fe de su acento y le contestaba en español que cuando llegara a Galicia intentaría aprender más gallego.
El día pasó deprisa y habían pescado mucha cantidad. El joven muchacho escuchó a su padre hablar por el teléfono de la centralita con el armador del barco, que se encontraba en el puerto de Vigo, mediante códigos que ellos se inventaban para que nadie pudiera entenderlos, ni siquiera la tripulación de a bordo.
- Buenos días. America Saturno por Japón.- se escuchaba.- Ahá, ahá… Entonces, ¿Debemos llamar Venus?.. Sí, ahá…
Alberto se figuraba que su padre le estaría revelando el sitio exacto en donde se hallaban, latitud y longitud, e informándole sobre la cantidad de mercancía.
-Volvemos a casa.- comunicó Damián a los marineros tras colgar el teléfono y subir a cubierta.- Debemos estar viernes en el puerto. Si llegamos más tarde, el precio de la merluza y de la pescadilla bajará porque el sábado llegan los demás buques de pesca. Los rodaballos y lenguados los llevaremos a lonjas a subastarlos, ganaremos bastante. Además, tenemos también una buena cantidad de langostas. Bueis de mar hay pocos, los repartiremos entre nosotros, que seguro que le dais una alegría a vuestras mujeres.
Todos rieron.
Aquella noche volvían a casa. Estaban cada vez más cerca de la costa gallega y se divisaba un cielo mucho más despejado. Alberto había decidido que sería la última que pasaría en alta mar después de haber estado casi un año y medio yendo y viniendo al puerto de Vigo con quilos de merluzas, congrios, pulpos, rapes y gallos. Sabía que no echaría de menos aquel trabajo tan duro, aunque, contemplando tumbado en uno de los bancos que había en la cubierta de proa, no dudaba ni un momento de que nunca vería un cielo estrellado tan bonito como aquel. Con sus brazos apoyados en la nuca, su cuerpo balanceándose al son de las olas y sus ojos observando el cielo infinito, dejó la mente en blanco; ni siquiera escuchaba la grave y alta voz con la que Camiño hablaba con Virxilio. Mientras tanto, las hélices del barco dejaban tras sí una espuma blanca y salada de la que Alberto se despediría al cabo de unas horas, para siempre. (...)


Laura Martínez

6 comentarios:

Francisco José Peña Rodríguez dijo...

Te estás saliendo con las ilustraciones...

Laura dijo...

eso es un crítica para bien? xD

Yoyo dijo...

Alberto irá en busca de sus sueños, está claro que las pesca no lo era...
Leer tus relatos es francamente gratificante... lo haces de maravilla.
Besos

Creador dijo...

hermoso, con cada año que pasa te vuelves más profesional

espero volver hablar contigo estimada creadora

saludos

Sombras en el corazón dijo...

Hombre, tanto como que lo abandonará para siempre, esperemos que no. Digamos que lo verá pero de otra forma :0)

Un abrazo

Jaime Daniel dijo...

Me encanta la dinámica que le das a tus relatos, me sentí como teletransportado a aquel barco e incluso he llegado a pensar que alguna vez has navegado en uno pues haces buen uso del léxico marinero. Y bueno con respecto a Alberto, no me extraña mucho que haya decidido desistir de su aventura, navegar es para unos pocos, es una vida dificil a veces y alejada de los afectos terrenales. Ya navegar no es tan romántico como antes... pero aún pienso como Platón "existe el mundo de los vivos, el de los muertos y el de los marineros"

Te cuidas