sábado, 27 de diciembre de 2008

Sorpresa, sorpresa (4)

Pero para entonces, pasados unos cuantos escaparates más, su amigo observaba petrificado a un chico alto, rubio y con unos vaqueros rotos. Sólo podía ser una persona. (...)
-L, mira.
La muchacha giró la cabeza para observar lo que su amigo le había señalado.
Su corazón comenzó a palpitarle rápidamente, y, además, tuvo la sensación de que se le había subido casi hasta la garganta. Tragó saliva.
-Te dije que tenía una corazonada.- le dijo a su amigo sin dejar de mirar a Él.
-Bah, L, tus corazonadas nunca se cumplen… Por eso no te hice mucho caso. Será cosa de brujería.
-No me habrás echado un mal de ojo, ¿Verdad?… Sabes que no creo en estas cosas, pero contigo soy algo escéptica.
Ambos rieron, y es que para ella, su amigo tenía como un sexto sentido. Todo ese rollo de los males de ojo, y de adivinar el futuro comenzó con una broma hacía un par de años. Ellos iban al instituto y acababan de tener un examen de historia. Él, en broma, dijo: “Mi mente ve que vas a sacar un 6’3, L” “Ala, que poco, ¿No ve que se acerca al siete?” Pero, efectivamente, cuando el profesor iba entregando los exámenes con sus respectivas notas, L había sacado exactamente lo que su amigo había predijo. A partir de ahí, adivinaba casi todas las notas, y, además, en varias situaciones de dudas que la muchacha tenía, había recurrido a él para que le dijera qué debía hacer en función del futuro que él veía- casi siempre medio en broma- y, milagrosamente, su amigo daba en el clavo.

-¿Lo vas a saludar?- le preguntó.
-No. No me apetece fingir esa sonrisa falsa y contarle que todo me va bien con cara de estúpida…
Su amigo se encogió de hombros. Le siguieron con la mirada un rato más, y lo vieron dirigirse hacia la salida.
-Se va,- dijo S- no debes temer…
Y volvieron a reír.
Estar con su amigo era genial, fantástico. Siempre le ayudaba en momentos críticos- y no tan críticos- y se lo pasaba genial porque era el único que le hacía reír en todo momento. ‘Único’ pensaba la muchacha.
Siguieron paseando y se adentraron a varias tiendas más, pero pararon en una zapatería que a L le encantaba.
-¡Pero mira que zapatos…!- exclamaba la muchacha- son perfectos …
-Pero Virgen, ¡si son horrorosos!
Eso sí, los gustos de ambos eran completamente diferentes.
-Bueno, va, ya vendré con más tranquilidad yo sola. ¿Nos vamos a ver tus Vans a la zapatería de arriba?
Su amigo asintió con la cabeza.
Todo fue muy rápido. Ella se había girado para dirigirse con su amigo a la planta de arriba, cuando notó que se había chocado con alguien que tenía enfrente de ella y había tirado las bolsas que el desconocido llevaba en la mano.
-Lo siento… lo siento, disculpe, de verdad, deje que le ayude…
Silencio.
-¿Laura? (...)

3 comentarios:

Francisco José Peña Rodríguez dijo...

¿O sea, que has pasado por Madrid-Barajas y no has tenido la más mínima delicadeza de decirme que me acerque al Aeropuerto a tomarme un café con vosotros? Y, lo que es peor... ¡no me habéis traido nada de Venezuela! ¡Qué fuerte! ¡Qué fuerte! ¡Que fuerte!

Laura dijo...

O.O
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U.U
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Y.Y
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Yoyo dijo...

Pero porque no le dice nadaaaa!!! ops....Me voy corriendo a leer el resto que veo que has seguido con la historia.. Me alegro... solo queria dejarte constancia de que lo estoy leyendo.
Muaaa