domingo, 21 de diciembre de 2008

Negro y corto








On & On (1997) - Erykah Badu


La espesa humareda actuaba como una cortinilla entre aquellas seis personas. La muchacha de los vaqueros rotos reía al son de los otros cinco, cuyas carcajadas eran estruendosas y alborotaban la tranquilidad del lugar, que, hasta ahora, estaba ocupado solamente por ellos.
Jugaban además a ser ‘abejitas y flores’; un juego algo particular y divertido que los entretenía a medida que el tiempo pasaba.
El local era muy acogedor, a la chica del vestido negro- y algo corto, muy corto; tanto, que su padre le había regañado antes de salir- le encantaba: sus paredes eran rojas y se encontraban decoradas de miles de pañuelos de colores. El suelo estaba cubierto con millones de alfombras, las mesas eran pequeñas y muy bajas, y los asientos no eran más que pufs y ‘sofás’ bajos de goma espuma. Las lámparas caían del techo con poca luz, y el olor a incienso de canela no era más que un estimulante más para el buen ambiente.
La chica del pelo corto tomaba té de jazmín, y el único chico entre aquellas seis personas seguía riendo mientras conversaba con la muchacha de la cara de porcelana, lisa, suave y con unas mejillas rosadas.
Mientras la música soul sonaba, la joven de la coleta y del collar de plumas y la muchacha del vestido negro- corto-, fumaban de la shisha e inhalaban ese humo con sabor a menta.
-¿Queréis un poco?
Pero el resto negaba con la cabeza.
Después de un par de tes más, el local iba llenándose de gente. Primero una pareja, que, algo apasionada, se besaban enfrente de los seis amigos. Luego entraron dos hombres con una mujer que vestía algo parecido a lo que es una prostituta- de hecho los seis jóvenes no hubieran dudado de que fuera una- y se sentaron en un rincón apartado para poder meterle mano con más intimidad.
Pero fue cuando dos amigos llegaron al local, cuando la del vestido negro comenzó a sonreír con picardía mientras los miraba de arriba abajo, dedicando su observación al atractivo de aquello dos chicos.
-Desconecta ya el radar y únete a nosotros- le dijo su amigo atestándole un codazo- Que te veo venir y no me gustaría nada saber qué es lo que piensas.
Lo cierto era que la del vestido negro- ya no añado lo de corto- no tenía ganas de hablar, quería acción, pero sin hacer estupideces desvió sus pensamientos, apartó los ojos de los dos chicos, y se unió a la conversación que los otros cinco mantenían.
-¡Ah, mira!, el radar ya está desconectado. Ahora podemos seguir hablando con Laura.
Y sin más remedio, Laura siguió dándole pequeños sorbos a aquel té pakistaní, mientras escuchaba a sus amigos hablar de un tema al que ni siquiera estaba prestando atención.

Laura Martínez

3 comentarios:

AdR dijo...

Venga... sigue escribiendo este relato, que promete. Pero no prometo volver a pasarme ¿eh?...

Muchos besos.

Laura dijo...

vaya pues así cualquiera escribe
:-/

Yoyo dijo...

Yo te invito a que sigas escribiendo, que te sigo.. me ha encantado, así que espero un segundo aporte.
Besazos.
Yoyo