domingo, 28 de diciembre de 2008

La Noche (fin)


Toxic (3) - Yael Naim

Toda conversación cesó cuando Él lentamente se acercó a ella. La iba a besar. Se veía venir incluso antes de que Él se acercara. De nuevo, la muchacha sintió su corazón palpitante, sus piernas le flaquearon y su cuerpo comenzó a tiritar; siempre le pasaba aquello si se ponía nerviosa, y lo detestaba.
Ya está, casi, falta poco… se rozan levemente y… ya cayeron en el beso.


-¿Adónde vamos ahora?- preguntó Él mientras le abría la puerta del coche.
-Sorpréndeme- dijo con un arrebato la muchacha.
Él la miró y quedó pensando por unos instantes a qué lugar la podría llevar, y después, asintió con la cabeza. Tenía en mente acercarla a un lugar bonito, solitario y esperanzador- esto último para Él.
En un par de intentos, se confundió de camino y tuvo que dar media vuelta para encontrar el desvío.
-Oye, que te lo había dicho medio en broma, hombre…
Él la miró.
-Deja que me lo gane, Lauri.
Y cómo detestaba aquel diminutivo de su nombre, le hacía sentirse muy poca mujer, una niñita inocente de todavía ocho años, pero, sin saber porqué, oírlo de sus labios era completamente diferente.
El coche seguía su marcha, y la noche, fuera, era fresca y mojada. La humedad empañaba las ventanillas y cada vez la niebla que se formaba en la carretera era más espesa.
El auto comenzó a ir más despacio porque apenas se podía ver nada.
-¿A Dónde me llevas?- preguntó la muchacha curiosa.
Pero al ver cómo Él giraba el volante hacia el desvío hacia un Parque Natural, no necesitaba la respuesta- ni tampoco la obtuvo.
Ya no había más carretera, sino un caminillo estrecho y pedregoso que hacía tambalear el auto. La niebla de fuera impedía ver todo lo de los alrededores y el paisaje se camuflaba entre ella.
La muchacha miraba por la ventanilla para ver si podía contemplar algo afuera, pero nada, ni siquiera la Luna, que hasta hacía unos momentos brillaba redonda en el cielo. Todo había desaparecido. Sólo quedaba el coche, las piedras del suelo, ella y Él.
De repente paró el coche.
-¿Qué sucede?
-No hay más camino. Bajemos aquí.
Ella obedeció. Con aquel abrigo gris, y esos zapatos arreglados, se internó en la blanca y fría niebla. Notó de repente que algo le agarró de la cintura.
-Vayamos a dar un paseo por aquí.
Él había señalado un sendero diminuto y estrecho que se encontraba a la derecha. Ella asintió, pero algo le decía que por allí no debían internarse.
Él la miró y sonrió.
-¿Tienes miedo?
Ella negó con la cabeza, y entonces Él volvió a sonreír.
El sendero era demasiado estrecho para ir los dos uno al lado del otro, por lo que Él, se puso a sus espaldas mientras le ponía una mano en el hombro. Aquello reconfortó a la muchacha, porque, aunque no lo hubiera confesado, estaba muerta de miedo y tampoco sabía muy bien porqué.
El caminillo se veía marcado por un pasamano de madera que tenía a los lados para cuando- de día, sin niebla y con Sol- los visitantes pudieran contemplar la flora y fauna del lugar sin salirse de aquel sendero.
Anduvieron y anduvieron sin ver absolutamente nada, hasta que ella se giró y le confesó que tenía miedo.
-Pero, ¿por qué?
-Bueno, veo demasiadas películas de miedo y esta niebla es espeluznante…
Él rió.
-Ahora mismo nos sale aquí un loco con una motosierra, ¿Imaginas?
-Calla, calla…- se estremeció la chica- o una niña-fantasma de tez blanca y con un camisón blanco salpicado de sangre.
Él volvió a reír. Parecía que era lo único que sabía hacer.
-¿Te divierte lo que digo? Porque a mi no, nunca sabes lo que puede haber más allá.
Él dejo de andar y a ella la giró para poderle mirar a la cara.
-Deberías temer más a los vivos que a los muertos, Laura.
Estaban muy cerca el uno del otro. Ella contemplaba sus ojos perversos y podía notar su aliento fresco.
-¿Insinúas que debo tenerte miedo?
Él asintió con la cabeza.
-Mucho.
De repente, él se abalanzó sobre ella y le atestó un puñado de besos que tenía guardados desde hacía mucho tiempo. Ella le recibió con ganas .Los primeros fueron suaves, caricias leves entre dos labios sedientos. Pero la pasión se fue desatando y entonces sintieron cómo aquella sed les volvía locos. Las lenguas buscaban agua, y se movían como locos intentando hallar aquel esperanzador manantial.
Repentinamente, Él la cogió en brazos y la apoyó sobre la barandilla de madera, entonces, se miraron. Sonrientes, ambos sabían lo que buscaban.
Ella le atrajo hacia sí con sus largas piernas y le envolvieron toda la cintura. Él le despojó de su abrigo, y ella de su sudadera. Se desnudaron con tanta fuerza, que las prendas podrían haberse hecho trizas. Se acariciaban, besaban, mordían. Nada se oía fuera, sólo la respiración agitada de los muchachos.
La noche y la niebla ya no parecían tan siniestras, sino que otorgaban una sensación abrumadora de erotismo.
Cuando se hallaron libres, la presión se apoderó de sus cuerpos. Los matorrales y cañaverales los observaban atónitos; la ropa herida y esparcida por el suelo imploraban piedad; la niebla, enardecida, les envolvió y los impregnó de humedad; y la luna, incluso sin estar presente en el oscuro cielo, se estremeció ante aquellos gritos que viajaban por el espacio en busca del placer.
No había nada que los pudiera parar. La locura había escapado y los sentidos, que habían despertado, volverían a coger el sueño, pero para entonces, aún quedaba mucho tiempo.

Laura Martínez

2 comentarios:

Yoyo dijo...

Ufff por un momento me hiciste padecer por "L", y al leer lo que sucedia he resoplado y todo!! Buenoooo calentito esta el ambiente!!! solo me pregunto una cosa, que si van con abrigo, hay niebla y demás, debe ser invierno, entonces? a que temperatura estaban ellos dos? ejem ...
Genial.. sigue.
Besazos.

Yoyo

"por cierto, la imagen del camino, fabulosa"

Laura dijo...

jajaja, lo cierto es que al principio pensaba acabar con L xD, me cae algo mal, pero no, pobrecilla que estamos en Navidad xD

Saludos Yoyo!!