jueves, 8 de mayo de 2008

¿JUGAMOS?

Tan sólo le gustaba jugar, nada más.
Muy a menudo se dirigía hasta el parque de la plaza Crowds y, sentado en uno de los estropeados bancos, contemplaba su alrededor para observar si se hallaban miradas de madres acusadoras. Cuando se aseguraba de que ningún ojo escéptico cavilaba por su entorno, se volvía a profundizar en una búsqueda totalmente diferente: la próxima niña con la que jugar.
“¡Perfecto!”, pensó mientras se levantaba del banco y se disponía a acercarse hasta la niñita morena de coletas, que se columpiaba con algo de dificultad.
-¿Te ayudo?- le preguntó. Ella asintió con la cabeza, entonces él se posó detrás de ella y comenzó a propulsarle diminutos empujones con pos de que el columpio se balanceara con más fuerza.
Él esperaba alguna que otra risita inocente, pero la niña se mantuvo callada en todo momento.
-Estás muy seria-alegó, pero ella tan sólo se encogió de hombros.
Los lazos rojos caían desde sus coletas hasta sus hombros. Su faldita gris a cuadros le tapaba hasta sus diminutas rodillas, y su blusa blanca apenas le resguardaba de aquel frío otoñal. Parecía apagada y consumida; no era como las demás niñas que saltaban a la comba, que se deslizaban por el tobogán o que simplemente jugaban en la arena.
Él no sabía qué hacer. Le apetecía jugar, pero si ella no se mostraba interesada, tendría que buscar alternativas.
-¿Y tu mamá?- preguntó, y la niña se encogió de hombros.
Entonces él dejó de columpiarla y dio un pequeño rodeo, se puso en frente de ella, y se bajó de cuclillas para estar a su altura.
-¿Te apetece jugar a algo?
-Mamá dice que no debo hablar con extraños…
Él le sonrió a la vez que le acariciaba la mejilla.
-Soy Michael, ¿y tú?
La niña mantuvo algo de desconfianza, pero sin pensarlo, respondió.
-Cloe.
- ¿Lo ves? Ya nos conocemos.
Allá en el fondo, se escuchaba chirriar la ruleta que acababa de empezar a girar por el soplo del viento.
-¿A qué quieres jugar?- preguntó la niña.
- A papás y a mamás.
Cloe quedó dubitativa por unos segundos, y preguntó:
-¿Tendremos que hacer cosas de papás?
El rió ante su inocencia.
-Claro, ¿qué si no? Tú harás la compra, limpiarás la casa, cuidarás al bebé… y mientras, yo trabajaré en la oficina, llevaré mi maletín y cuando llegue a casa estaré esperando un beso tuyo. Además llegaré con hambre, y te pediré la cena.
-¡Me gusta cocinar! Siempre ayudo a mamá cuando lo necesita.
- ¡Bien! Pues tú me harás la cena, y cuando estemos llenos y sea la hora de ir a la cama, dormiremos juntos. ¿Vale?
Cloe se bajó del columpio de un salto con intenciones de ir a jugar.
-Jugaremos mejor en el bosque- le dijo Michael mientras le agarraba de la mano y la internaba en él, donde hacía algo de frío, y el húmedo sotobosque por las lluvias matinales mojó un poco los zapatitos de la niña.
-Yo como soy el papá, te iré a comprar braguitas nuevas….
-No necesito.
-Sí que necesitas. Te las compraré de ositos… ¿Qué te parece?
Cloe no respondió.
-Para eso- prosiguió él- debes quitarte las tuyas para que te puedas poner las nuevas, que las tengo aquí.- y extrajo de uno de los bolsillos de su chaqueta una diminuta prenda interior, propia de una niña de seis años.
-¿Me las tengo que quitar?
-Sí, si no, ¿cómo quieres probártelas?
Rápidamente, comenzó a desnudarla.
-No… no me gusta este juego.
Pero él no paró. La pequeña comenzó a llorar con algo de miedo. Tras unos segundos, quedó vulnerable, desnuda e indefensa ante él, sollozando, pidiendo clemencia con tan sólo su mirada; pero él, perverso y obsceno, fiel a su inexplicable hedonismo infantil, tan sólo pensaba en los pequeños senos de la niña todavía no desarrollados.
- Venga, si es divertido…
Su voz ya entonaba perversión y excitación. Seguidamente, se desabrochó el pantalón y se desnudó él también de cintura para abajo. Tras aquello, el abismo y el dolor se apoderó de la pequeña Cloe, la injuria del pedófilo sería ya el último paso hacia el fin de su corta vida.
Laura Martínez.

9 comentarios:

Laura dijo...

Porcierto, la fotografía es de Cristina Ruiz.!


jajajaja

saludos a todos y espero que la disfrutéis

AdR dijo...

Sobrecogedor. Me ha gustado cómo has llevado el diálogo entre ambos, es difícil meterse en la mente de un personaje y de otro en una situación como esta.

Me ha resultado curioso comprobar que tengo un relato sobre el mismo tema pero aún no lo he puesto en el blog, claro :)

Lo de la ruleta que oscila con el viento... tiene potencia visual, a lo Hitchcock, sí señor. :)

Besos

Abril dijo...

Que angustia por dios... demasiado para mi!

;)

Miguel A. Pazos Fernández dijo...

Me ha encantado. Me ha enganchado hasta el último momento, en gran parte porque me ha recordado al caso del monstruo que ha tenido a su hija 24 años en un zulo.

Un beso

Alberto López Cordero dijo...

Y pensar que hay miles de hijos de puta como ese sueltos con total impunidad por ahí.¡Qué asco¡.

En cuanto al relato me ha parecido estremecedor. Si lo que querías es hacernos sentir de esa manera lo has conseguido.

Sombras en el corazón dijo...

Vaya, inocente que soy; esperaba un vuelco sorprendente al final, de esos que haces a veces.
Quedó muy real. Tristemente real

Un abrazo

Mefistófeles dijo...

Realismo y la crudeza de un tema macabro.
A veces, pienso que no debería vivir gente así.
Por qué estan aquí?...
Buen texto, como siempre son los tuyos Lau.

Saludos y Abrazos,amiga.

Anónimo dijo...

mmm...se mi hizo corta la historia. me hubiese gustado que tubiera un "final" pero bueno, ya me lo contaras xD
Me gusto mucho la historia, una historia muy cruda (xD como tu pechuga de pollo jajajajaj)

Ale! no te quejaras que hoy me e leido 3 entradas tuyas^^

Bye^^

Anónimo dijo...

Un texto que inspira un halo de repugnancia en todos los sentidos. Cómo la monstruosidad se puede poner la máscara de una persona. Gran texto, buenos, buenos diálogos.

Besos de loki vinodelfin.