miércoles, 5 de marzo de 2008

LA SALA...


Mi tembleque hizo que pensara que había sido yo, entonces el sujeto (ya que ni yo misma, que estaba contemplándolo, sabía lo que era), me miró con una sonrisa malévola y, malicioso, se acercó a mí.
-¿Has sido tú?- preguntó serio, pero sin dejar de sonreír a la vez.
Vacilé a su pregunta antes de contestar.
-Nn-n-no- titubeé.
Entonces creció en él un inmenso mar de ira que abalanzó contra mí, segundos después.
Sentí el dolor sobre mi cuerpo, pero no físico. Sus palabras me atestaban e invadían, sus gritos y su elevada voz se me colaban por los oídos; sus insultos y blasfemias me oprimían la garganta impidiendo así mi “auto-defensa”.
Y sin nada que poder hacer, me llevé el largo discurso y el largo griterío del sujeto, por un delito que yo no había cometido.
-¿Has sido tú?- me volvió a preguntar.
¿Qué se suponía que debía contestar, lo que él quisiera oír? Dijera lo que dijera, me ultrajaría como de costumbre; así es que decidí callarme y hacer como que le escuchaba.
Pero aquel día todo llegó mucho más lejos. Me abofeteó la cara con violencia, y , tras eso, contemplé, con un miedo atroz mi destino.
Algo había oído hablar de aquella horrible herramienta hacia la muerte, pero nunca llegué a pensar que tal cosa en sí, podría existir.
Me llevó a rastras a una sala oscura, fría, húmeda y maloliente, donde dentro habían cuatro sillas mirando al frente, y pegadas unas a las otras. No eran sillas normales y corrientes, claro estaba. Aquello parecía una sala de consulta dental, sólo que muy descuidada.
En una de las sillas había sentado un hombre, en otra una anciana y en otra, un chaval no mucho más mayor que yo.
Estaban atados a los respaldos por unos cinturones de cuero, al igual que las muñecas y los tobillos.
Alrededor había más sujetos, que poseían la misma mirada frívola y atacante.
El sujeto que me había arrastrado hasta aquella habitación, me propinó un empujón hacia el asiento, y me ató tan fuerte, que pensé que iba a morir antes por falta de respiración.
El hombre que había sentado en una de aquellas sillas gritaba perdón, lo suplicaba.
La anciana reía, posesa, y decía que y había vivido lo suficiente; sin embargo, el muchacho parecía neutral, parecía no sentir.
Cuando comprendí en realidad hasta dónde querían llegar con mi castigo, rompí a llorar en mi silencio. Los demás condenados chillaban, excepto el chaval, y yo así lloraba más amargamente por el miedo a morir. Éste, entonces, me miró y sonrió, y haciendo un esfuerzo, me acarició con el dedo meñique mi dedo pulgar, (como estábamos atados, no dábamos a más). Me estaba consolando, por así decirlo.
-¿Qué hiciste tú?- me preguntó, a la vez que se oía la voz de uno de los sujetos hablar. “Por falta de disciplina, condenamos a…”
Yo ya no quería escuchar.
-Nada…- suspiré- ¿Y tú?
“… los aquí presentes, con pena de muerte por…”
-Intentar sobrevivir- me contestó el muchacho.-Robé algo de pan al sujeto, me estaba muriendo de hambre…
Y, de repente, cesó de gritar la anciana loca. Su cuerpo inerte posado en la silla había perdido el color. Seguidamente fue el hombre que suplicaba clemencia quien murió, y tras él, el muchacho. Yo cerré los ojos (digo mientras los cierro), tragué saliva (digo mientras la trago), me aferré al asiento (digo mientras que agarro con las manos lo que puedo a la silla) y morí, (digo cuando he sentido el dolor de la muerte.)
Laura Martínez.

7 comentarios:

Santiago Paz dijo...

Interesante texto. Tiene aires, gusto, ritmo y sobretodo, agilidad para manejar las escenas que se van dando en el texto.


Muy bueno.


Beijos, querida.



atte:
Paz

Miguel A. Pazos Fernández dijo...

buauuuuuu. anodadado ante tanto arte, muy bueno, bravo. Te propongo un trato, sacamos un libro con todos tus relatosy lo vendemos, eso sí, yo soy el representante y me llevo el 10 % de los beneficios. Ya verás, vamos a firmar con una editorial importante.

Saludos

VENUS dijo...

La primera vez que entro en tu blog y me he quedado petrificada con lo que has escrito! Igualmente, me ha gustado como escribes. Te seguiré visitando. Gracias por visitar mi planeta.
Un abrazo.

fm dijo...

oye gracias por el halago

Jaime Daniel dijo...

Espectacular... sin palabras!!!

La foto acompaña muy bien, acentúa el sentimiento en el relato.

Adiozzzz

Mefistófeles dijo...

Los tiempo en los cuales se describen los últimos minutos de la muerte sin sentido, sin razón... Me haces recordar mucho a Kafka en El Proceso.
La muerte de Joseph K.
Buen texto

Saludos y Abrazos

Chiara Luna dijo...

Es un cuanto intenso, agradable aunque de final triste, como la muerte misma, pero tiene un gran misterio, eso me gusta.

Gracias por tus sugerencias para mi seudónimo, y por visitarme. Saludos. Pamela.-