martes, 17 de febrero de 2009

Veranos


Por más que quiera, no puedo evitarlo. Te he imaginado sentada tomando un café barato de máquina e intentando leer algún libro en alemán mientras tu chica está en el colegio haciendo gilipolleces con un chico que está buenísimo- y al que casi castro un verano, de aquellos que nunca se olvidan, hará un par de años.
Seguramente por las tardes vayáis a pasear por las frías y nevadas calles de Ulm, y os reiréis, y contaréis chistes y luego os besaréis y sonreiréis, porque os gustáis mucho.
Haréis guerra de bolas de nieves e iréis a tiraros con el trineo por el pequeño monte que tiene Elena un par de calles más atrás de su casa. Bueno, quizás esto último no, porque sabemos cómo acabaste la pasada vez, y no te gustaría volver a España con un pie escayolado.
Y entonces también acabo de recordar mis veranos, y el verano en el que te conocimos. Todo fue perfecto, ¿para qué engañarnos? Yo contenta, tu contenta, ella contenta y, bueno, algún que otro arrepentimiento, pero eso no entra en la historia, ni tampoco mi llegada a España con una tremenda desilusión, y un vuelco del corazón al ver que no era correspondida. Y no hablo de amor. No creo en él- o por lo menos intento no creer en él, no por el momento. Ssería nefasto vivir una situación donde sabes que el otro no llega a sentir lo que quizás tu sientas por él y que además, piense que eres una salidilla de cuidado con ganas de follar únicamente. Pero ¡ya me estoy yendo por las ramas otra vez!
Lo que te cuento, querida, es que me ha entrado morriña y nostalgia.
A pesar de todo, hoy no ha sido una mañana mala. Normal. Como siempre. Entonces me has dicho no-sé-qué de una biblioteca en forma de pirámide, y que en cuyos ventanales resbala la blanca nieve.
Hace tiempo que no paseo por las calles del casco antiguo de esa ciudad, ni que escribo inspirada en el frío de Alemania, ni de los italianos en las heladerías los veranos que voy allí. Hace tiempo que no veo al río Danubio deslizar sus aguas verdes, ni que me baño en él entre sus carpas negras y asquerosas, ni que huelo el olor de lavanda mientras camino desde la parada de autobús y subo unas escaleras de la ciudad- que nunca me han gustado por ser muchas y muy elevadas- hacia casa. Hace tiempo que no practico el idioma, ni digo ‘Ich Komme von Mars. Wohea koms du?’
Y ¿sabes qué? Os extraño a ambas, amiga.
Es que, por más que quiera, no puedo evitarlo. Te he imaginado sentada tomando un café barato de máquina e intentando leer algún libro en alemán mientras tu chica está en el colegio haciendo gilipolleces con un chico que está buenísimo, y entonces te he echado de menos.
Perdóname por no haberlo hecho antes :-)

4 comentarios:

Sombras en el corazón dijo...

Pequeños detalles enganchan y hacen historia, bien llevada, como siempre...

Un abrazo

coco dijo...

Nunca es tarde para echar de menos. Aunque la dicha no sea buena. Y tú lo describes estupendamente.

Anónimo dijo...

Dios, Lauri... bfff... no sé qué decir... Du hast ein e-mail.

Laura dijo...

ich liebe dich, ruth!