Si vuelves a París, más te vale tener un buen motivo, porque
llegar sin intenciones declaradas puede convertir el viaje en una devastadora
melancolía, del una vez pasó y me he quedado como agua estancada en la
retentiva. El Sena, la Eiffel, los Campos, la Dame, el idioma e incluso la
bandera, provocan sobre el cuerpo una reacción de profunda y entera enajenación.
Querrás que te hospede, como vez pasada, el amor, que te camufle la elegancia
y revivir la autenticidad del bucolismo urbano.
Así que quedas advertido: si quieres volver a París, a esta ciudad de días
inesperados y noches sobresaltadas, asegúrate de tener un buen motivo, porque
si existe la posibilidad, -la remota posibilidad- de que no suceda nada, de que
no destelle optimismo el canal Saint-Martin, de que no se viva la sensación de romper
con el hermetismo, de que no llueva mientras observas los férreos
pies de Francia, no podrás evitar sentirte traicionado y lamentarás odiar París
eternamente.
1 comentario:
¿y si vuelves acompañada?
un beso
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