miércoles, 17 de septiembre de 2014

O entre las piernas

A veces no soy bienvenida y ni siquiera me importa. Actúo con reverberación, para que suenen más estrepitosos los pestañeos de indiferencia, para que atruene el eco de mi risa: ja-ja, ji-ji.
La calma reside en aparentar (y beber algo de cerveza: un vaso, la botella de cristal de un litro). Ya es suficiente, pienso, que la cebada no está para malgastarla en atrocidades de lo trivial. Cada cosa que hagas, cada cosa que digas, bajo con(s)ciencia o no, que sea porque te lo pide el anticuerpo, ese que sale del chiribitil al menos tres veces por semana.
No soy partidaria de dejar pasar las cosas, aunque sería sensato, sólo de vez en cuando, proceder como si nada importase, como cuando se escucha un tema de Ian Curtis y se piensa que su jodida y complicada vida es demasié para el entendimiento. Pero ¿qué puedo decir yo? Poco he aprendido de la existencia, además de saber que en muchas ocasiones la clave reside en estrujar lo que se tiene en las manos (o entre las piernas).

Jonpaul Douglass sabe más de la vida. #Pizza

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