jueves, 25 de febrero de 2010

¿Tengo?


Tengo una ciudad que me observa cuando quiere y cuando no, trata de empequeñecerme para poner a prueba mis métodos de supervivencia entre tanta aglomeración.

Tengo un vaso de té bien calentito sobre mi plisado ombligo y se me antoja un olor a gominola por toda la habitación.

Tengo, desde mi ventana, una torre con un reloj que se divisa a poca distancia, que centellea luces al rojo vivo y que, cercano, va marcando sinuosamente el paso caduco de mis pestañeos. Hasta convertirse en ojos cerrados. Hasta que se pierden en las anchas avenidas de mis pensamientos. Hasta que alcanzo a soñar contigo.

Tengo una flor vieja que no parece querer marchitarse, y que, a pesar de ello, resistiéndose a quedar aniquilada, su tallo curvado y poco envanecido se arquea más, llegando al final de su existencia, cada vez que piensa en ti.

¡Quién te ha visto y quién te ve (y sombra de lo que haces)!

Yo lo hago a distancia, desde mi pequeño rincón- con olor a golosina- y te imagino con tanta firmeza, que a veces olvido que todo lo que me queda de ti es tu recuerdo eminente que se pasea con airosidad de un lado a otro mirándome y ¿sonriéndome? mientras me llevo el vaso de té a la boca, dispuesto a apagar el ardor que éste deja en mis labios con un beso.

La gente se equivoca cuando dice que lo onírico es para los muertos; ellos no pueden soñar.

5 comentarios:

Dani Paz dijo...

me gusta :)
Sobre todo como logras escribir el flujo de pensamientos hasta que logras soñar con él.

me gusta como escribes... te sigo.

Saludos!

Belén dijo...

No creo que los muertos sepan soñar, si muchos vivos no saben qué es eso...

Besicos

Perséfone dijo...

Cuando uno sueña es que está más vivo que nunca, estoy segura.

Un abrazo.

Daniel Pérez Penagos dijo...

Me encanta la última frase.
Verdad, verdad!

Patricia dijo...

Me encanta :)