jueves, 4 de junio de 2009

Entre sábanas (2)

El…¿chico? ¡Madre mía, qué joven! Seguro que no supera los veinticinco años. Quizás, como mucho, llegue a los veintisiete. Hay que echarlo de casa ya, a saber quién es y a qué se dedica. Y entonces, además de perder la memoria, cree haber perdido toda dignidad- por lo menos la poco que le faltaba- pero no puede remediarlo, últimamente los clubes nocturnos y el alcohol son sus primeros recursos, y bajo sus efectos se convierte en una Destiny cheerleader dispuesta a arrasar con cualquier hombretón- u hombrecito- que se le cruce por el camino(...)


(...)-¡Eh, tú!- le grita en susurros- Vamos. Siento si te despierto, pero tienes que marcharte.
El joven- y apuesto, de eso se da cuenta ahora Alex- abre los ojos, tanto, que parecen desorbitados. Primeramente parece no recordar nada, al igual que ella, pero al verle, se le encienden las lucecitas y le dice: ¡ah, cielo, hermosura, pensé que ya te habías levantado! No veas el hambre que tengo ¿oyes mis tripas rugir? Te están pidiendo comida. Vayamos a desayunar, invito yo.

Esta apunto de negarse, pero lo piensa mejor y entonces descubre que aceptar no sería tan mala idea, al fin y al cabo no tiene nada que hacer y ya se ha acostado con él, si tiene alguna enfermedad, ya se la ha contagiado.

Ambos se ponen en pie y se vuelven a contemplar los cuerpos desvestidos y recién descansados. Él piensa que ella es preciosa y que posee una belleza exótica. Ella piensa que él es más de lo que ella se merece físicamente, aunque no sea completamente un chico boom-boom.

-¿Cómo te llamabas, hermosura?- le pregunta él con cierto tono garboso y desenvuelto, como si de verdad hubiera olvidado el nombre de tal primor y encanto.

-Alexandra, pero puedes llamarme Alex, casi lo prefiero, ¿sabes? Detesto mi nombre completo.

Ella termina de arreglarse: unos pantalones claros y cortos que le llegaban muy por encima de las rodillas, un top negro ajustado que le hacía un escote perfecto, y las ondas de su pelo se las revuelve un pelín más para darle ese toque desenfrenado a su persona.

-Estoy lista.

Hay tantos sitios y lugares en Madrid para tomar un café y un cruasán, que, mientras van andando por las grandes avenidas, no saben dónde parar a desayunar.

Alexandra ha podido olvidar aquella tertulia enmarañada en su mente de la osadía de llevar a un desconocido a su casa y haberlo dejado dormir en el lado de la cama etiquetada para ella de “intocable”, pero una vez violadas sus propias normas, no le queda sino más que sonreír y callar- e intentar borrar el recuerdo de que una vez se fue-e irse a tomar unos donuts con un tal… ¿Pepe, Pablo, Pedro? Ni siquiera se ha molestado en volverle a preguntar el nombre.

6 comentarios:

Abril dijo...

Que no le amargue el dulce... a por ese donut tiene que ir Alexandra!
Hay cosas que se tienen que vivir, aunque solo sea una vez.

;)

Belén dijo...

Tienes razón, Madrid es tan enorme que a veces todo es pequeño :)

Besicos

AdR dijo...

Este es de los míos, con hambre "después de" y al despertar.

Qué fuerte lo de los nombres... esta juventud... jajaja.

Besos.
P.D: Que sepa usted que sigue manteniendo el nivel de narración, incluso mejorándolo.

Laura dijo...

muchas gracias AdR!!

Belén, Madrid me gusta mucho:-)

Abril, el donuts se lo comerá... pero veremos a ver si no le sienta mal xD

Laura M G dijo...

Hola Laura, soy tu tocaya como comprenderás, bueno, me encantaría que esta historia llegara a ser una novela, está bien redactada y tiene enchufe, tu me entiendes, cuando termienes de escribirla, si la conviertes en una novela estaría muy bien poder descubrir qué pasa al final.

Laura dijo...

Laura M G? de Laura Martínez García? jaja no, eso sería ya mucha coincidencia.

En fin, gracias por tu comentario, a ver si así me animo a escribir esta historia, pero... novela? No creonunca fui constante, siempre acabo asqueada de mis propias historias, y créeme, lo he intentado.

Saludos!