miércoles, 3 de abril de 2019

Repostería

Coloco el queso crema en el recipiente y bato con calma. Afuera llueve en una rara tarde de junio. Me quedo ensimismada mirando las baldosas grasientas de la cocina. No estoy pensando en nada en concreto- la crema se va deshaciendo mientras bato-, en el tiempo que no voy a estar contigo hoy, que se me antoja mucho. Ojalá batirte así de lento ahora mismo. Ojalá que me digas otra vez lo mucho que te gusta agarrarme de la mano mientras me estremezco entre las sábanas. [Ahora sí, me pregunto qué pasará cuando de nuevo me tenga que ir. No se muy bien a dónde].

Enciendo el horno a 200 grados. Limpio lo que he ensuciado de harina y mantequilla en la encimera. Vierto la masa en el molde y horneo. Me siento con el delantal puesto. Sucio. Nunca lo suelo utilizar, pero me gusta cómo me queda. Compostura de persona que disfruta las tardes lluviosas sin esperar a que escampe.

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