La falta
de motivación, en gran parte, se encuentra en la falta de los hombres, tan
pendientes de todo menos de nuestro lunar en la mejilla izquierda. Son ellos
quienes nos llevan por el camino del augurio, y quienes nos hacen apoyar antes
de brindar para no morirnos vírgenes. Qué fácil resulta caminar sin cuello, y
qué difícil se nos hace las noches sin abrazos. Lavamos sábanas pensando que la
próxima vez podrán estar más sucias, más guarras, y compramos medias esperando
evocar el erotismo con la actividad del desprendimiento. Fingimos el misterio.
Olemos a canela cuando salimos de casa y olemos a canela en casa, sólo por si
acaso. Cuando no os tenemos cerca, echamos de menos tener el coraje de pediros
ciertas cosas y escuchamos el Lovefool
de los Cardigans para recrearnos en
nuestras desgracias.
Pero qué
estúpido que penséis que podemos vivir con la continuidad de la elección.
Jamás,
por
favor,
jamás,
se te
ocurra decir que me necesitas.
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