domingo, 26 de febrero de 2012

Intentos de. #4

DE ESPIRITUALIDAD Y HIPPISMO

Aruarian Dance by Nujabes on Grooveshark
** Canción con historia. Debería contarla en otro de "Intentos de."
Cuando cumplí los 14 decidí que en algún momento debía cambiar de actitud. Consideré que la mejor época para hacerlo sería durante el verano.
Así fue.

Volví de Alemania con faldas verdes, blancas y rojas hasta los pies, pulseras en los tobillos, trenzas en el pelo, camisetas con mangas acampanadas y estampados de flores.
 Me sentía bien conmigo misma. Había dejado atrás el victimismo y me había calzado con buen humor, paz y armonía. Take it easy, decía, con ese acento inglés exagerado. Take it easy, como lema siempre que algo me sacaba de quicio. Respiraba profundamente, contaba hasta tres y sonreía. A veces incluso me ponía a “meditar”: me sentaba en la cama, cruzaba las piernas, apoyaba los codos sobre las rodillas y extendía las palmas de las manos hacía arriba, siempre poniendo índice y pulgar en forma de O.
Mi habitación entera olía a incienso, creía colocarme con él.


Hablaba abiertamente de sexo. Es natural, decía, son cosas normales; pero yo todavía era virgen y no tenía ni idea de otros asuntos que no fueran aquellos que los de explorarse a una misma. Porque eres tú la que tiene que conocer tu cuerpo antes que nadie. Y la gente al principio me miraba extrañada. Luego se acostumbraron a oírme hablar sobre masturbación como si fuera una sexóloga experta.

Otras cosas que hacía:

Le contaba a la gente que, antes de empezar la universidad, me embarcaría en algún viaje solidario a la India o a Brasil.
Bailaba bajo la lluvia cantando y dando vueltas sobre mi propio eje mientras agarraba la falda por los volantes.
Escuchaba Manu Chao y Janis Joplin.
Me aficioné a comer hamburguesas vegetales, hechas de soja texturizada.
Pedí un shisha para mi cumpleaños y fumaba tabaco con sabor a menta como una cosaca.
Me enamoré del sueco de mi clase que quería ser fotógrafo y al que le gustaba el nujazz japonés**. (Yo también le gustaba.) 
Comencé una novela sobre dragones, profecías y personajes ambiguos, con el mejor título del mundo: “El dragón de los océanos congelados”


14 años, ilusa y feliz.
Enamorada de la vida. Y del sueco, claro.
Cuando cumplí los 15 decidí que en algún momento debía cambiar de actitud.

**Por aquel entonces, el sueco estaba muy 
metido en  la cultura japonesa.  Nujabes era 
su  referente musical.

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