
Amarrado a la pata de la mesa,
aúllas,
gritas
y lamentas mi partida.
Te até,
Te até,
como a un perro,
para que no me pudieras seguir
y reanudar mi paso sin tu penosa,
fatigosa
y constante queja del amor.
Y como un perro,
Y como un perro,
intentas morderte la cola
dando vueltas sobre tu propio eje.
Te crees poeta cuando hablas de ti.
Te crees poeta cuando hablas de ti.
Siempre hablas de ti.
Incluso cuando hablas de cualquier otra cosa,
acabas mencionándote.
Y te encanta.
Te encanta recrearte en los dones y aptitudes que careces,
Y te encanta.
Te encanta recrearte en los dones y aptitudes que careces,
y te encanta aparentar una humildad que no posees,
pero tu soberbia te puede.
Crees que lo sabes todo.
Pero ¿Qué narices sabrás tú?
Crees que lo sabes todo.
Pero ¿Qué narices sabrás tú?
No eres más que un perro atado a la pata de una mesa.