sábado, 8 de agosto de 2009

Te envidio



Te envidio.

Nadie cuestiona que tientes unos ojos más bonitos que los míos; ni que tu sonrisa reluciente, además de natural, apaga el candor de mis labios.
Tus gestos son tan expresivos, y tu expresividad tan alegre, que nadie tampoco duda de que mi mundo sea más azaroso que el tuyo, o que, con ese brillo de inocencia en tu rostro, yo pierda todo el encanto de mi timidez.
La nívea piel de tu cuerpo resplandece si se encuentra expuesta bajo el Sol, y también si está escondida bajo la fragosidad de las sombras, tanto, que el bronceado de mi torso y espalda, queda omitido ante la vista de los demás.

Te envidio.

Tus piernas suaves y fibrosas danzan al andar, y con tus cabellos dorados diriges la melodía cada vez que delegas tu cabeza de un lado a otro. Entre tus pechos redondos se encuentra la percusión; en la extensión de tus largos brazos, el resto de la orquesta, y de tus labios surge la melosa voz cantante. Potente. Femenina. Segura.
Sin embargo, cerca de ti yo soy una caja musical que ya ha quedado hueca. Mis piernas campesinas tienen el paso de los gansos. Mis senos no tienen suficiente espacio para ni siquiera un pequeño timbal, ni mis brazos poseen esa elegancia y seriedad que poseen los tuyos. El resto de mi silencio, es boca sellada, temerosa de no causar la misma sensación de certeza que la tuya.

Te envidio.

A pesar de mi altura, el panorama de mis vistas no es más que el callejón sin salida oscuro donde los gatos relamen la carne ya fría que ha sobrado de algún restaurante barato. En el iris cremoso de tus ojos y en el resplandor de tu pupila, irrefutablemente, se adivinan confines azules de libertad, praderas verdes de esperanza, lirios blancos de paz, fuegos que arden de pasión, negros caminos de misterios, luces tenues de perversión, brochazos desgarrados de tristeza, hasta el filo plateado y cortante del odio.

Tú eres belleza.
Yo soy esperpento.

Tú eres viento inquieto.
Yo, roca erosionada.

Tú eres punto y seguido.
Yo ya quedé hace tiempo en el final.

Tú eres tierno sueño.
Yo apenas sí soy pesadilla.

Tú eres “escucha mi voz”
Yo soy el grito ahogado que ni siquiera tiene eco.

Te envidio. Porque nadie duda de que tú seas humana y yo sólo carne viva.

3 comentarios:

Francisco José Peña Rodríguez dijo...

Nunca envidies a nadie. El resto no tiene cosas que tú sí tienes. Besos, F.

Belén dijo...

Perdona, pero la carne viva es más humana aún que el resto de los mortales...

Y no es envidiar, es mas bien darse cuenta de las ilusiones que se tienen, nada mas

Ahora toca verte real, es trabajo duro y largo, pero merece la pena, lo sé

Besicos

Mery... christmas dijo...

¡Hola, compañera de fatigas! Ahora somos dos frikis empresarias y dueñas de un blog que habremos de sacar adelante...

Espero que el tema de la envidia sólo sea una forma poética de describir cosas y no una forma de vida porque estarías absolutamente idiotizada si pensaras que debes tener envidia de otras personas; eres genial. He dicho.

¡Un besito!